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Elecciones en Irán: no tanto una victoria para para los reformistas como para el gobierno de Rouhani

‘En el mercado del cielo ningún deseo quiero comprar. Aquí puedo ver y tocar lo que he comprado, no así la mercancía arcoíris de aquel cielo’ (Del Divan de Hafiz)
En la mayoría de medios de comunicación las elecciones del pasado viernes en Irán evocan un nuevo asalto en la lucha perenne entre los llamados ‘moderados’ y ‘conservadores’. Dentro de que la política activa iraní representa una sucesión de tonos de gris conservadurista en la que únicamente parece variar el nivel de lealtad a las posturas más duras del Líder Supremo y su séquito. Los verdaderos liberales se marchitan en prisión o huyeron hace tiempo. Aunque no es del todo inexacta, la simplificación deja de lado muchos de los matices sobre los que estos comicios arrojan luz, en particular en lo que respecta a las fisuras en el campo conservador, a la aparición de una nueva fuerza híbrida centrista en la arena política, y a la creciente importancia de las prioridades más ‘mundanas’. Por primera vez, además, muchos votantes se han decantado por una lista y no por un candidato. Las elecciones en Irán ‘no son libres, son injustas, pero también impredecibles’, señala Karim Sadjadpour de la Fundación Carnegie. Los primeros resultados podrían representar un posible punto de inflexión para la República Islámica, donde se estima que hay 8 millones de parados y el 60% de sus 80 millones de habitantes tiene menos de 30 años.
El clima en Teherán es de lucha entre facciones, de muda de formaciones y alianzas de conveniencia, de disputas grandilocuentes sobre política interior y exterior. Por primera vez en más de un cuarto de siglo, la población es testigo de un germen de debate sobre la sucesión en el liderazgo. El electorado iraní es volátil y no siempre diferencia entre reformistas y conservadores, muy particularmente en las zonas rurales. Los reformistas representan la única opción viable para muchos habitantes de las ciudades, que sin embargo únicamente acuden a las urnas si sienten que algo está en juego. Una participación, ligeramente por encima del 62% ha representado un empujón clave para los ‘moderados’ del que irónicamente presume el propio régimen (al fin y al cabo, refuerza su legitimidad). 
Esta elección es simbolismo más que sustancia. El resultado de las elecciones no determinará, pero sí influirá en la dirección de la política de la próxima década. En el ámbito doméstico, la política económica representa el principal motivo de discordia entre el Presidente Hassan Rouhani y sus rivales. Dilemas económicos que engloban desde el mercado inmobiliario hasta el precio del petróleo. En el ámbito de la política exterior, se trata de las primeras elecciones tras un acuerdo nuclear histórico, el levantamiento de sanciones y una intensificación de la presencia iraní en varios foros regionales. Los partidarios de Rouhani esperan recuperar poco a poco las riendas de la política regional (no tanto en lo que a la seguridad respecta), a expensas del llamado ‘Estado profundo’.
El Parlamento iraní tiene poderes legislativos y de control. No formula leyes propias – es el Gobierno quién redacta leyes y políticas y las somete al Parlamento para su ratificación – pero en cambio sí que cuenta con la posibilidad de sancionar y contener algunas acciones del Ejecutivo y sus miembros. Es además quien autoriza el nombramiento de Ministros y otros funcionarios. Sin olvidar un importante papel como foro de debate en el que se habla tanto de geoestrategia como de precio de cesta de la compra. El Majlis saliente (con sólo un 10% de reformistas) ha sido el más problemático hasta la fecha, y ha mantenido al país prácticamente paralizado desde verano del 2015.
Los bloques
Los conservadores se refieren a sí mismos como ‘principalistas’ (‘osoolgerayan’) y dominan el Parlamento saliente. Han sido incapaces de formar un frente unido y se enfrentaron a las elecciones divididos en dos campos: la ‘Coalición principalista’ y el más establecido ‘Frente de Resistencia’. Los conservadores querían erosionar la popularidad y éxitos de Rouhani y crear las condiciones para recuperar la presidencia el próximo año. Han aprovechado cada oportunidad que han tenido para criticar el acuerdo nuclear, censurar al Gobierno, y advertir sobre la amenaza extranjera. 
Estos años ha ido tomando forma un espacio político y electoral para las facciones centristas y ‘reformistas’. Una década de incesante presión del poder judicial, la Guardia Revolucionaria y otras instituciones administrativas dominadas por la línea más dura han acotado lo que la palabra ’reformista’ significa en Irán. Los reformistas eran la fuerza dominante durante la contienda presidencial de 2009, pero el movimiento fue decapitado cuando sus líderes apoyaron abiertamente a los millones de personas que tomaron las calles para clamar contra la ‘ingeniería electoral’. La elección de Hassan Rouhani – que a lo sumo puede ser tildado de moderado, pero que sobre todo privilegia el consenso y el pragmatismo – en 2013 alimentó las esperanzas del movimiento de reforma, que sin embargo ya no aboga por un cambio profundo, por reescribir las leyes con el fin de disminuir la desigualdad de género y promover las libertades personales. Compromiso y adaptación se han vuelto cruciales para su propia supervivencia.
Han moderado su discurso y apostado por la centralidad, organizados bajo la lista ‘Esperanza’ dirigida por el ex candidato presidencial Mohammad Reza Aref. A ellos se unen los partidarios del Gobierno actual y los conservadores más pragmáticos de la Asamblea. La lista cuenta con el respaldo manifiesto de dos figuras políticas clave, como son los ex presidentes Ali Akbar Hashemi Rafsanjani y Mohammad Khatami (aún persona non grata). El presidente Rouhani no ha apoyado oficialmente ninguna lista, aunque un reciente mensaje a los votantes instándolos a ‘construir el país con esperanza’ dejaba pocas dudas en cuanto a sus preferencias. Varios intelectuales y artistas declararon su apoyo a la lista ‘Esperanza’. Una alianza formal entre reformistas, centristas y pragmáticos representa un desarrollo importante para la política iraní. Su agenda prioriza cuestiones económicas, algo que resuena profundamente entre una amplia franja del electorado, y su narrativa se centra en la esperanza de que el país pueda de aprovechar el impulso del acuerdo nuclear. 
El resultado
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Lo que es seguro es que la lista ‘moderada’ ha ganado los 30 escaños en juego en Teherán. De acuerdo los datos anunciados por la televisión estatal, los reformistas y moderados habrían obtenido al menos el 37,5% de los escaños asignados, y los conservadores un 46%. Los independientes representarían un 16,5% de los escaños asignados. Para 59 escaños será en principio necesaria una segunda ronda, probablemente en abril o mayo. El número de independientes (‘mostaghel’) puede ser trascendental, ya que serán quienes previsiblemente se muestren dispuestos a cooperar con el gobierno de Rouhani. Aunque puede ser que se unan al ‘Hezb-e Baad’ (Partido del viento, una expresión utilizada en Irán para referirse a los que se arriman al sol que más calienta). No hay que olvidar por último que todos los resultados del viernes requieren el visto bueno del Consejo de Guardianes. Un último dato esperanzador es que al menos 20 de los nuevos miembros del Parlamento serán mujeres.
El que el bloque moderado haya avanzado en votos y escaños hará que los conservadores tengan más dificultades a la hora de interceptar los ambiciosos planes económicos de la administración Rouhani. Destacan en este sentido reformas como una liberalización a marchas forzadas y la modificación de las restrictivas leyes del país sobre inversión extranjera directa. El ala más dura no se fía de la inversión extranjera y cita razones de seguridad y estabilidad interna. Un Parlamento ‘cómplice’ permitirá que los Ministros puedan centrarse en distintos retos en lugar de verse constantemente convocados por la Cámara, como ha ocurrido hasta el momento. Hay que recordar que en el sexto Majlis (2000-2004) dominaban los reformistas, lo que coincidía con la presidencia del reformista por excelencia Mohammad Khatami. Fue lo más cercano que el país ha tenido a un legislador independiente desde 1979. Hasta que entró en conflicto continuo con el Consejo de Guardianes, que tiene el poder de bloquear las leyes.
Independientemente del resultado, el sistema político iraní pone efectivamente mucho poder en manos del establishment islámico conservador, que refrenda las leyes aprobadas por el Parlamento. Es clave destacar el rol clave del ‘Estado profundo’ en estas elecciones y en la política iraní en su conjunto, tanto en lo que se refiere a la selección de los posibles candidatos, como a vigilar su desempeño una vez han sido elegidos. De los casi 800 aspirantes inscritos, sólo 161 fueron aprobados por el Consejo de Guardianes, encargado de proteger la Constitución de Irán. Las descalificaciones recayeron de manera desproporcionada sobre la facción más moderada. No hay que olvidar por otra parte los múltiples arrestos de estas semanas, enormemente apropiados a la hora de exhortar tanto a los iraníes como a la comunidad internacional. Aunque también hubo señales optimistas, como el que se autorizará a Rouhani y Rafsanjani, junto con otros moderados, a participar en las elecciones.

La Asamblea de Expertos
Los votantes también estaban llamados a elegir a los 88 miembros de la Asamblea de Expertos, encargada de la selección y supervisión del Líder Supremo. Estas elecciones tienen lugar cada ocho años y no suelen suscitar ningún tipo de interés público. Esta vez el estado de ánimo era diferente, en parte debido a la convocatoria conjunta, al proceso de selección de candidatos que dejó fuera al nieto ‘reformista’ del Líder Supremo, y sobre todo porque se ha generalizado la creencia de que los clérigos de la quinta Asamblea de Expertos podrán moldear el destino de la nación. Analistas como Mehdi Khalaji  del Washington Institute sostienen que la Asamblea de Expertos se ha debilitado, que será la Guardia Revolucionaria quien en realidad toma la decisión de quién sustituirá a Alí Jamenei, que ya tiene 76 años. Ante el carácter siempre conservador de la lista de candidatos y la apatía pública hacia este último cuerpo debido a su relativa impotencia, la mayoría de las elecciones han dado lugar a un conjunto que sólo ha variado en niveles de conservadurismo. Lo importante de los resultados es el grado en que Hashemi Rafsanjani pueda reunir apoyos a favor de una línea moderada. De acuerdo con resultados en la agencia estatal de noticias IRNA, Rouhani y sus aliados han ganado en Teherán 15 de los 16 escaños de la Asamblea, derrocando a dos prominentes miembros de línea dura, los ayatolás Mohammad Yazdi y Mohammad Taghi Mesbah Yazdi. La Cámara seguirá sin embargo siendo conservadora, pero algo menos radical. 
No parece hoy viable la posibilidad de que el ‘Estado profundo’ se las ingenie, bajo el pretexto del interés nacional, para manipular el resultado, tal y como ocurrió en 2009. La pregunta no es tanto si Irán es o no una democracia (este vídeo de Vox sugiere una respuesta), sino si de verdad funcionan los mecanismos de rendición de cuentas, si los ganadores abrazan una visión de Irán en línea con lo que la mayoría de los ciudadanos dicen desear, si están dispuestos a que su país se siga abriendo al mundo y viceversa. Todo esto dependerá en gran medida de si Rouhani se siente capacitado para avanzar su agenda. Y de si sus ‘mayores’ cumplen con su promesa de respetar la voluntad popular, aunque esto suponga superar su perenne miedo a una ‘occidentalización’ de Irán.

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