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ESPAÑA Y SIRIA: LAS AMISTADES PELIGROSAS

Justo cuando se cumplen 5 años desde que estalló la guerra en Siria y cuando aún se mantiene un alto el fuego que permitirá una nueva ronda de negociaciones en Ginebra, España recibió el jueves 10 de marzo una invitación – impulsada por Rusia – para copresidir el llamado Grupo Internacional de Apoyo a Siria, que engloba a actores destacados dentro de la comunidad internacional y tiene como fin diseñar una salida a la guerra en el país árabe. La carta hace mención de los ‘serios esfuerzos’ de España ‘en interés del arreglo político de la crisis en Siria’, así como su ‘rol e influencia’ ‘en la región de Oriente Medio y Magreb’, y ‘los tradicionales contactos con personalidades de la vida política siria’. Fue el propio Presidente sirio Bashar Al Assad quien, en una entrevista publicada el 21 de febrero por El País, hizo correr ríos de tinta física y virtual. No se hicieron esperar las reacciones, muy particularmente por alusiones a España la del Ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Garcia-Margallo. Muy pocos fueron sin embargo los análisis que se detuvieron a examinar la autenticidad de las referencias del dirigente sirio al rol de España frente al país y el conflicto. El fin de esta pieza no es sino diseccionar, punto por punto, el segmento pertinente de la entrevista.
Pregunta: ‘Usted visitó a España dos veces y los presidentes José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero visitaron también a Siria cuando estaban en el cargo. ¿Cómo han sido sus relaciones con España desde entonces?’
Poco debería extrañar que un mandatario árabe, y muy particularmente un mandatario sirio, afirme que España puede cumplir un papel clave como mediador e incluso facilitador de una solución a un conflicto determinado al Sur (en este caso, más bien al Este) del Mediterráneo. Por todos es conocida la Historia compartida por españoles y árabes, que se remonta en los siglos y recobró importancia con la colonización de una porción del Mahgreb y el régimen franquista. Una relación estrecha marcada por la cercanía física pero también por la proximidad cultural. También, por qué negarlo, por vaivenes diplomáticos.
El Gobierno de Franco, arrinconado por la comunidad internacional, puso énfasis revitalizar el pilar mediterráneo de su política exterior, escenificando un acercamiento a las potencias árabes en pleno apogeo del panarabismo. Ya en 1952, España suscribió con Siria un tratado de amistad en lo que vendría a ser el comienzo de un vínculo sólido, no exento de claroscuros. Cuando Siria ya estaba firmemente dominada por los Assad (en este caso por el padre), emigró a España un número considerable de jóvenes sirios de alta formación. Nuestro país también acogió a refugiados políticos sirios entre los que destacó Rifaat Al Assad, tío de Bashar, acusado de intento de golpe de estado en 1983.
Aunque no quepa ignorar el rol del Rey Juan Carlos como mediador privilegiado con las potencias árabes, las relaciones entre Damasco y Madrid se vieron de hecho apuntaladas por múltiples visitas bilaterales, como el viaje de Felipe González en 1995 tras la muerte -aparentemente a manos de un misil sirio- en Líbano en 1989 del embajador Pedro de Arístegui, o la primera expedición a un país no árabe de Bashar Al Assad en 2001. Aunque la invasión de Iraq representó un lapsus en las relaciones de España con la región, los esfuerzos de Miguel Ángel Moratinos como Ministro de Asuntos Exteriores posibilitaron una cierta reconciliación, no exenta de traspiés. Un Cable de la Embajada de EE UU en Madrid de 2006 filtrado por Wikileaks hacía referencia a una reunión en la que Moratinos afirmaba ‘yo he corrido riesgos en mi relación con Siria, pero me conozco a los dirigentes y conozco el tema’.
El verdadero punto de inflexión en las relaciones hispano-sirias no lo representaron tanto los levantamientos de 2011 per se, frente a los que España se mostró titubeante y seguidista, sino el cambio de actitud de Occidente en lo que a la salida de líderes autoritarios se refería, marcada por declaraciones en las que se exigía su renuncia y sanciones internacionales. Poco tardaron en llegar desde Madrid las condenas al unísono de la brutal represión ejercida por el régimen ante protestas ciudadanas en un principio pacíficas. España redujo al máximo las relaciones diplomáticas con Siria y se erigió en uno de los primeros países en reconocer al primer germen de oposición, la Coalición Nacional de las Fuerzas de Oposición y de la Revolución Siria, como representante del pueblo sirio. Fue además nuestra capital el lugar elegido para celebrar tres reuniones de los miembros de la oposición siria, cuyo objetivo era encontrar una solución política al conflicto de cara a la conferencia denominada ‘Ginebra II’. 
Los intercambios comerciales bilaterales eran fructíferos. Hasta el año 2012 la balanza comercial era favorable a Siria, gracias al consumo ávido de hidrocarburos de España. El 2011  y la aplicación de las sanciones de la UE trajeron consigo un enfriamiento de las relaciones económicas, que sufrieron una importante caída y en la actualidad son prácticamente residuales, tal y como refleja el gráfico realizado gracias a cifras del ICEX. Por lo que a la venta de armas respecta, y pese a que España ingresó 3.203 millones con la exportación de armas en 2014, no consta en los datos oficiales relación comercial directa con Siria.
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Respuesta: ‘España en general está en contra de cualquier solución arriesgada en Siria. No han apoyado ninguna acción armada contra Siria y advirtieron de que algo así complicará aún más la situación’
España se ha mostrado crítica con quienes reclaman una actuación más contundente de Europa, y reticente frente a cualquier intervención militar, por tierra o aire, escudándose en todo momento en la necesidad de ruego del país correspondiente p de una Resolución del Consejo de Seguridad. Sin embargo, y a pesar de que Madrid siempre ha considerado extremadamente peligrosa la opción de abrir la veda al envío de armas y asegurado que la solución al conflicto no será una solución militar, hubo un momento, allá por 2013, en que no descartó enviar armas a los ‘rebeldes’ según se fueran desarrollando los acontecimientos. Ante los socios de la UE intentó justificar su decisión aludiendo a un ‘riesgo de implosión, de la desaparición de Siria como Estado’.
‘No hablaron sobre derrocar el presidente o intervenir en nuestros asuntos nacionales. Dijeron que todo debe ocurrir en base a una solución política y mediante un proceso político’.
Es ésta sin duda la afirmación más controvertida del dirigente sirio si se tira de hemeroteca. Es cierto que España abogaba y aboga por una solución política y dialogada, ya que está en juego la estabilidad a ambas orillas del ‘Mare Nostrum’. Entre socios divididos sobre el papel que aceptaría al mandatario sirio en la fase de transición, la posición de España no es tan manifiesta. Por una parte sirve de ejemplo la postura hoy clara, antes no tanto, de Mariano Rajoy, que en 2012 coincidía con Hollande en que ‘Bashar Al Assad tiene que irse’, pero que en octubre de 2015 era tajante al afirmar que ‘debe ser tratado como un aliado’, remiténdose a la extendida argumentación del ‘mal menor’ frente a Daesh.
Por otra, el posicionamiento de Garcia-Margallo ha sido cuanto menos ambivalente, cuanto más contradictoria. Como respuesta a la entrevista de Assad, el Ministro en funciones indicó que el Presidente ‘debe estar en la negociación, pero no en la solución’. Sin embargo, el jefe de la diplomacia española pidió en 2012 a Assad que ‘dejara el poder y cediera el testigo’. En 2013 no dudó en condenar firmemente al régimen cuyo líder, en sus palabras, no podía ‘seguir ni un minuto más’.
‘España es parte de la Unión Europea y ello la compromete con las decisiones de la Unión. Esperamos de España que juegue un papel en hacer llegar el mismo mensaje y transmitir nuestra visión política del conflicto en Siria a la Unión Europea’.
¿Acaso peca de iluso el Presidente Assad al pensar que España tiene margen de maniobra a este respecto? En su entrevista, Garcia-Margallo desmentía tal posibilidad: ‘España no va a trasladar las posiciones de Assad, sino sus propias posiciones’. Por si esto fuera poco, debería tenerse en cuenta el papel reducido de España entre los ‘Amigos de Siria’ en particular y la llamada ‘comunidad internacional’ en general. Madrid no es ni mediador ni consigue convencer a otros países de adherirse a su postura. Varios son los motivos detrás de esta debilidad. Por una parte, tal y como demuestran otros cables revelados por Wikileaks, no hay que olvidar que el Gobierno español perseveró durante los últimos años de la Administración Bush en un acercamiento a Siria que disgustó a los estadounidenses y provocó no pocos incidentes diplomáticos.
Por otra parte, la posición española, menos hostil al régimen de Damasco que la de sus socios, ha sido durante meses e incluso años minoritaria. Margallo mencionó que nuestra argumentación ‘ha ido ganando aliados’. Son más bien las circunstancias en el terreno – aquí y allí – las que han motivado varios golpes de timón. Al fin y al cabo, no deja nuestro país de ser una potencia media con margen limitado a la hora de incluir puntos en la agenda pública, superada en la UE en lo que a política mediterránea se refiere por Francia o Italia, por Alemania o Reino Unido en política exterior con mayúsculas. Quizás la invitación rusa, junto con el papel de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en el periodo 2015-16, auguren un cambio de rumbo de esta irrelevancia disimulada.

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