El viernes pasado, más de 16 millones de marroquíes se habían registrado para votar y estaban de nuevo llamados a las urnas. Esta vez se trataba de participar en las segundas elecciones legislativas convocadas tras la ‘Primavera Árabe’, que también llegó en 2011 a las principales ciudades del país norafricano. Unas elecciones marcadas por una dura campaña en la que destacaron sospechas de ataques terroristas, acusaciones de injerencia palaciega y episodios de relaciones extramaritales. La principal contienda tenía lugar según los medios por una parte entre los islamistas moderados del PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo), ya en el poder como líder de una coalición gubernamental (se hicieron con el voto urbano en las elecciones del pasado otoño) y, por otra, parte del círculo más cercano al Rey Mohammed VI, liberales adscritos al PAM (Partido de la Autenticidad y de la Modernidad). Los segundos se han centrado en avivar la amenaza islamista y el fantasma de la radicalización...
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