No es un secreto que la vida de las mujeres en Egipto no es siempre fácil. La mayoría de las veces ignorado por las autoridades y los políticos, cualquiera que sea la bandera que éstos ondeen, el acoso sexual es sin lugar a dudas uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el país hoy en día. Un problema cuyas raíces son múltiples y resultan todavía difíciles de determinar con exactitud, pero que durante años ha representado al mismo tiempo un tabú y una epidemia para la sociedad egipcia. Un problema sobre el que que algunas valerosas organizaciones como Tahrir Bodyguard u Operation Anti-sexual Harrasment/Assault han estado intentando concienciar a la población egipcia lo largo de los años, pero que fue descubierto por Occidente únicamente tras la Revolución 25 de enero de 2011. Fue precisamente la película de la que hoy hablamos la que también ayudó a gente de todo el mundo a entender la gravedad de este flagelo.
En efecto, El Cairo 678 cuenta la historia de tres mujeres muy diferentes que se verán unidas en su lucha por la igualdad frente a los miles de casos de acoso sexual que tienen lugar día a día en Egipto. Basada en una historia (tal vez demasiado) real, una de las heroínas estremece y despierta al país cuando, cansada de ser manoseada cada vez que va a trabajar en el autobús 678 (ya que no puede permitirse el lujo de tomar un taxi), decide clavar un cuchillo en la entrepierna de varios de sus acosadores antes de huir entre la multitud.
Su nombre es Fayza, una madre conservadora que luchando por encontrar la verdadera justicia en su pequeño y limitado mundo. El personaje principal se erige como una mujer que se ve obligada a tolerar más de una dosis diaria de abusos impunes por parte de los hombres de El Cairo, desde el taxista que desentona las letras de una famosa canción “preguntas acerca de las mujeres / están simplemente locas / ellas son todos iguales” al manoseo continuo en un asfixiante autobús lleno de gente cuyo número de línea da título a la película, a las constantes demandas sexuales de su cónyuge que ella se ve incapaz de satisfacer. Mientras tanto, en una zona completamente diferente de El Cairo, Seba, una adinerada diseñadora de joyas, es violada por un grupo de hombres durante las celebraciones de la victoria de la selección de fútbol egipcia (en una escena que parece augurar el asalto sexual del que la periodista estadounidense Lorna Logan será victima en la vida real). En lugar de darse por vencida y correr un tupido velo sobre lo ocurrido como hace la mayoría, Seba decide enfrentarse a sus miedos y organizar cursos para que otras mujeres puedan defenderse de este tipo de situaciones. La clase media se ve por su parte representada por Nelly, una monologuista amateur que tiene que sufrir la condena de casi todo el país y, peor aún, de su familia y prometido, cuando decide ser la primera egipcia en interponer una demanda de acoso sexual tras haber sido atacada por un automovilista.
En un momento culmen, las tres mujeres se encuentran y terminan, mientras planifican su particular venganza contra los hombres de El Cairo, explotando en un debate que subraya un sorprendente choque de opiniones sobre el acoso sexual, revelando claramente el resentimiento de clase subyacente que refleja cada fotograma de la película. Por ejemplo Fayza, en su papel de musulmana fiel, se las arregla para justificar el acoso hasta cierto punto, al sumergirse en una diatriba acerca de las mujeres que usan ropa provocativa y se niegan a cubrir sus cabezas. Será sin embargo ella quien acabe convierténdose en un ídolo de la liberación de la mujer, cuando miles de mujeres empiezan a darse cuenta de que quizás únicamente la violencia puede cambiar las cosas, o al menos abrir los ojos de los que les rodean.
Los hombres tienen un papel vital aunque marcadamente secundario. El esposo de Fayza representa al hombre de a pie egipcio: lacerado por graves problemas económicos y frustrado sexualmente, demuestra en un momento dado cómo para alguien en esa situación puede resultar completamente normal el acosar a otras mujeres. Después de presenciar el ataque a su esposa, el marido de Seba deja a un lado cualquier empatía y, es más, le resulta difícil ocultar su vergüenza. El prometido de Nelly es, al igual que su familia, un apoyo al inicio, pero termina por ser quien da el último empujón hacia un callejón sin salida para la mujer. El único hombre que acaba del lado de las valientes mujeres es el oficial de policía que investiga los apuñalamientos para acabar involucrándose sentimentalmente. Essam, en un primer momento un detective apático aunque chistoso, se hará cargo del caso y finalmente dará con las pistas que le llevan hasta las protagonistas, pero el inesperado nacimiento de su primer hijo operará un inesperado cambio en su actitud hacia tanto las mujeres como el caso.
La película pone claramente en evidencia las fatales consecuencias del silencio y del aceptar la negación como una solución, al tiempo que revela un lado oscuro e intrigante de Egipto que el mundo hasta el momento apenas tenía en cuenta. El Director, Mohamed Diab, ofrece una conmovedora visión del trauma psicológico y social que las mujeres egipcias han sufrido por generaciones y todavía tienen que soportar a diario. Sólo cabe esperar que El Cairo 678 esté a la vanguardia de una era de cambio social en un Egipto que aún parece aferrarse a una obsoleta definición de la dominación masculina.
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