Siria celebrará elecciones presidenciales el próximo 3 de junio, y el país dio por inaugurada oficialmente su campaña electoral el domingo 11 de mayo. Las ciudades y pueblos bajo el control del régimen están hoy repletos de carteles y pósters desde los que observa con una media sonrisa el retrato del presidente Bashar Al- Assad. Unos, como los que cuelgan en Thawra Street, en el centro de la capital, muestran al Presidente vestido con un traje gris y una camisa azul, otros representan simplemente la bandera siria, en todos destaca la palabra ” juntos” y la firma del Presidente.
En el barrio Sabaa Bahrat de Damasco, un cartel reza: “No cerraremos los ojos hasta que hayamos dicho sí al oftalmólogo ” – en referencia a la profesión para la que Assad fue educado – “Votamos por ti, 2014″. En otros lugares, los carteles proclaman “Bashar, no vamos a aceptar un presidente que no seas tú. Te hemos elegido, cuentas con nuestra lealtad”. La campaña también ha inundado las redes sociales con mensajes de apoyo a Assad – la primera mañana, la cuenta de Facebook había obtenido ya 65.000 likes, y la cuenta de Twitter cerca de 1.000 seguidores. Decenas de coches cruzan las calles de la capital con canciones patrióticas a todo volumen, mientras sus pasajeros ondean la bandera nacional y fotos de Assad.
Resulta extremadamente difícil atisbar fotos o banderines de los otros dos candidatos, Hassan al- Nuri Maher Abdul- Hafiz Hajjar, porque son extremadamente infrecuentes. Aun con esas, los individuos más fieles al régimen han sido acusados destrozar sus carteles electorales, mostrando así su enojo ante la posibilidad de que alguien que no sea Assad se convierta en Presidente. Se cree que uno de los otros dos candidatos, el ex ministro Al- Nuri, es en realidad el hombre detrás de la campaña electoral (resulta también paradójico que el otro, Hajjar, sea el autor de un artículo titulado “O Assad, o nadie”).
En un país donde la propaganda nunca se ha erigido en principal preocupación del régimen y las campañas hasta tenían un cierto tufillo acartonado, la situación sobre el terreno exigía un soplo de aire fresco, una verdadera renovación. A pesar de que el cambio se inició en 2006 a través de una campaña de promoción de la “democracia participativa”, modernizar el discurso del régimen se convirtió en 2011 en una cuestión de supervivencia stricto sensu.
Ya en mayo de 2011, las autoridades sirias lanzaron una campaña sin precedentes que pedía el apoyo al presidente sirio, una campaña mucho más actual que las campañas electorales de 2000 y 2007, tanto en lo que respecta al tono como a los medios. El mensaje (ciertamente paternalista) era en esencia el mismo – el Presidente era el único capaz de salvar al país de la destrucción total, pero el lenguaje era mucho más cercano al dialecto de la juventud siria, y los elementos visuales eran mucho más modernos, e incluso con un toque occidental (algo irónico si se tiene en cuenta que Siria ya había comenzado entonces a acusar a Occidente de apoyar a los rebeldes).
La campaña de 2014 es, por primera vez, lo que podría llamarse una campaña profesional. Es una campaña que ha recurrido a todos los medios posibles – no sólo pancartas y panfletos, sino también anuncios de televisión, redes sociales, merchandising electoral e incluso una nueva melodía de aires patrióticos pero lo suficientemente pegadiza. Es una campaña que, en lugar de bombardear a los votantes potenciales con un mensaje claro, ha optado por despertar su curiosidad mediante la puesta en circulación gradual de imágenes y vídeos simples que no tratan de imponer una orden, sino de despertar su sentimiento patriótico.
Se trata por otra parte de una campaña muy modesta en el sentido figurado del término, que no se basa en declaraciones incendiarias como aquellas con las que Assad solía arengar a su electorado cuando estalló la rebelión. En su lugar, y gracias a un desapasionado fondo azul claro (como su camisa sin corbata) o gris claro, la campaña tiene por fin transmitir un mensaje de tranquilidad – la calma que sólo Assad es capaz de garantizar. Ni la menor señal ni de la violencia ni de los soldados que – de un lado o de otro – hoy en día están asolando el país.
Pero, sin ningún lugar a dudas, la característica más notable es la elección del lema: Sawa (“juntos”, en árabe), que consigue poner de relieve el papel del pueblo sirio – especialmente de aquellos que han permanecido del lado del régimen – a lo largo de todo el conflicto. El lema también logra eclipsar, hasta cierto punto, la figura del candidato presidencial, que en algunos carteles sólo se adivina a través de una simple firma manuscrita. No es ni el individuo, ni tampoco el propio sirio Assad, el que vota, el que reconstruye el país o el que lucha contra el terrorismo. Eso lo hace la gente – un etéreo “nosotros”, que mantiene así el espíritu de Siria con vida. Un pueblo, tal y como los vídeos de la campaña evidencian, compuesto de hombres y mujeres, de niños y ancianos , de constructores y maestros, de la élite y de los campesinos – haciendo así hincapié en el orgulloso legado del imaginario socialista baasista.
De hecho, algunos de estos vídeos cometen el mismo error que muchas campañas contra el régimen, y se aprovechan de la inocencia de los niños (los que realmente tendrán que reconstruir el país), con el objetivo de representar la pureza del régimen, forzado a cometer las atrocidades de las que se le acusa. Incluso los títulos de los vídeos – “Más fuertes Juntos”, “Vamos a construirlo Juntos”, “Se volverá más hermosa Juntos”, “Juntos contra el terrorismo” – han sido seleccionados cuidadosamente, haciendo alusión a las tareas a las que se tendrá que enfrentar el probable vencedor una vez sea declarado como tal. Tareas a las que el régimen es muy improbable que pueda enfrentarse desde el punto de vista económico – paradójicamente, la potencia extranjera que pague la cuenta exigirá un precio político, erosionando así la soberanía del país. En realidad, los vídeos muestran lo que el pueblo sirio hará una vez que la guerra haya terminado – una vez que el régimen gane la guerra, dando tal aspecto por descontando.
Con el fin de socavar esos esfuerzos, los activistas que luchan contra Assad han lanzado sus propias campañas en línea, la mayoría de ellas bajo el lema #BloodElections (elecciones de sangre). Una página de Facebook muestra una mano emitiendo su voto en un barril que chorrea sangre (en referencia a las bombas de racimo – “barrel bombs”, en inglés – que el ejército sirio a menudo usa – o al menos de ello se le acusa – en zonas controladas por los rebeldes). Reza el lema: “la farsa de las elecciones bajo las bombas de cañón de Assad”. Otros activistas se sirven de las redes sociales para colgar mensajes burlones, en respuesta a la farsa que ellos consideran que las elecciones son, tales como “Las elecciones de la sangre”, “Baja la voz” o “Vamos a enterrarlo Juntos”.
El derecho a tener voz y voto en el futuro de su país (y en particular a participar en sus elecciones) fue una de las razones por las que millones de sirios salieron a la calle a partir de marzo de 2011, y por lo tanto una de las razones por las que tantos de ellos han perdido la vida desde entonces. Assad y su régimen han logrado convertir su sueño en una broma pesada.
Este artículo fue publicado en Miradas de Internacional el 2 de junio de 2014.
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