Fue el pasado 25 de julio, con motivo del “Día de Jerusalén”, que el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, pronunció un discurso tremendamente significativo en el que se comprometió a prestar “todos los medios de apoyo” a la “resistencia palestina”.
No era la primera vez que Nasrallah
aprovechaba una oportunidad para reprender a Israel y sus acciones. Sí
que era la primera vez en meses, sin embargo, que Nasrallah dejaba
entrever una cierta distensión entre su organización y Hamas. Lo cierto
es que Hezbollah y Hamas habían venido siendo aliados en la región desde
hace más de 20 años. El primer contacto directo entre los movimientos
tuvo lugar el 17 de diciembre de 1992, cuando Israel deportó a 415
activistas de Hamas y la Yihad Islámica de Cisjordania y Gaza a Marj
Al-Zouhour, en el Valle de Bekaa en el Líbano. Se cree que fueron los
actos de resistencia de Hezbollah a principios de 1980 los que
inspiraron y motivaron a que los palestinos pusieran en marcha la
primera intifada en diciembre de 1987, durante la cual la rama de los
Hermanos Musulmanes en Palestina fundó Hamas. Muchos expertos consideran
que el mensaje de Nasrallah no es sino parte de un restablecimiento de
los vínculos entre los grupos, tras las sonadas desavenencias en torno a
la guerra en Siria a partir de 2012.
El conflicto en Siria tensó enormemente
la relación entre Hamas y Hezbollah, transformándola de una relación
entre aliados de primer nivel a una verdadera “ruptura”. Hamas, después
de meses de incertidumbre y titubeos, dejó finalmente claro su sostén a
la oposición siria y por ende su postura contraria a Assad – de hecho,
sus líderes habían abandonado la sede del grupo en Damasco en diciembre
de 2011 y se habían aliado con Qatar, principal aliado de los rebeldes
sirios, tanto desde el punto de vista político como militar-. Hezbollah,
de cuyo apoyo moral y logístico al régimen sirio nadie dudaba ya, no
tuvo reparos en acusar al grupo islamista de “traición” y “falta de lealtad”.
Una vez que sus combatientes fueron denunciados por luchar junto a los
rebeldes sirios en la batalla de al Qusair y a la vista de rumores según
los cuales varios miembros de Hezbollah habían pedido a aquellos de sus
miembros que residían en Al-Dahiya, al sur de Beirut – bastión de
Hezbollah- que abandonaran la zona, la primera reacción de Hamas fue
solicitar una reunión urgente para aliviar las tiranteces con la
organización chií libanesa. Todo indica que esto fue en vano.
La crisis entre Hezbollah y Hamas alcanzó
uno de sus puntos álgidos en mayo de 2013: Hezbollah estaba repartiendo
alimentos a los refugiados palestinos del campamento de Ein el-Hilweh
(Sidón), pero estos quemaron la ayuda, alegando que el grupo estaba
proporcionándoles ayuda con una mano, mientras proveía de armas y
combatientes al régimen sirio con la otra.
A pesar de que Hezbollah declaró
públicamente que creía que Hamas no participaba directamente en la
guerra de Siria e internamente prohibió a sus funcionarios criticar a
Hamas, la Dirección General de Seguridad General del Líbano emitió poco
después un comunicado congelando la expedición de visados a miembros
de la oficina de Hamas en el país. Este paso representaba a todas luces
una clara prueba de que Hamas no era ya bienvenido en el Líbano. El
jeque Yusuf al-Qaradawi, la principal autoridad religiosa de Hamas y los
Hermanos Musulmanes, describió a su vez a Hezbollah como “el partido de Satán” (en contraposición con su nombre en árabe, “Partido de Dios”).
Los miembros de Hamas, sin embargo, se
han empeñado durante meses en negar la existencia de una controversia
entre los miembros del movimiento en Gaza y otros en el extranjero, o
incluso entre sus brazos político y militar con respecto a la postura de
Hamas sobre Siria e Irán. Fue precisamente esta postura, y en
particular la denuncia pública de las inhumanas prácticas del régimen
sirio contra su propio pueblo, la que llevó al enfriamiento de su
relación con Irán, aliado inquebrantable de Assad. El apoyo financiero
que Hamas venía recibiendo del país de los ayatolás fue menguando, lo
que afectó en gran medida a su actividad interna. Pero la desvinculación
no fue nunca completa, y había ciertos elementos en el seno de Hamas –
en especial su cofundador de línea dura Mahmud Az-Zahar – que se
hicieron cargo, y en algunos casos tuvieron que enfrentarse con la
cúpula del grupo, de mantener el contacto entre el movimiento, Irán y
Hezbollah. Y todo ello a pesar de que los líderes de Hamas habían
aconsejado repetidas veces, tanto a Hezbollah como a Irán, que evitaran
manchar sus manos con sangre, conscientes a su vez de que existía la
posibilidad de que los lazos nunca volvieran a la normalidad.
No existe ninguna duda de que el
sectarismo que hoy en día parece invadir la región ha jugado un papel
clave en lo que a la relación entre Hamas y Hezbollah respecta. Antes
del comienzo de la Primavera Árabe, el ‘status quo’ era una
evidencia para los expertos en relaciones internacionales: Hamas y
Hezbollah pertenecían, junto a Siria, al llamado “eje del desafío” (o “eje del mal”, como George W Bush gustaba de llamarlo), liderado por Irán, y el llamado “eje de la moderación”
estaba compuesto por Egipto, Arabia Saudí y Jordania. Estos ejes, tras
los levantamientos de la primera mitad de 2011, se vieron en teoría
reemplazados por un “eje chií“, liderado por Irán, Siria, Irak y Hezbolá y un “eje sunita“, liderado por Egipto, Arabia Saudita, Turquía y Qatar.
Hamás se erigió desde un primer momento
como claro componente de este último, no obstante, y a pesar de que el
sectarismo es un factor clave a tener en cuenta, la realidad es que la Primavera Árabe condujo a una modificación no desdeñable de las alianzas políticas a lo largo y ancho de la región.
Antes de que la guerra siria estallara,
Hezbollah era conocido en Palestina como un partido que luchó con
valentía contra Israel. Pero cuando Assad comenzó a masacrar a su propio
pueblo, apoyado sin atisbo de duda por Hezbollah, la popularidad del
grupo chií alcanzó mínimos entre las poblaciones de Cisjordania y Gaza –
tal y como más tarde sucedió en el Líbano, donde el “Partido de Dios” ha perdido un gran porcentaje de apoyo popular.
Hezbollah fue creado con un único
objetivo: echar a Israel del país. Sus habitantes y vecinos dudan ahora
de que siga siendo ni siquiera “un partido de resistencia”, y
lo consideran como una mera facción política que lucha por sus propios
intereses. Lo que está sucediendo en Siria ha hecho que el partido se
gane enemigos y su reputación sea puesta en entredicho en la región.
Hezbollah, a pesar de su naturaleza chiíta y gracias a su papel durante
la guerra civil del Líbano y la guerra de 2006 contra Israel, se había
ganado un hueco en los corazones de los árabes pero cuando el partido
decidió priorizar precisamente su doctrina chií, por encima de los
intereses de libaneses y palestinos, no hizo sino revestir su
intervención en Siria de una clara dimensión sectaria.
Por su parte, y henchido de confianza ante el éxito inicial de la Primavera Árabe,
Hamas se expandió y consolidó sus relaciones internacionales. Un
ejemplo notable de ello lo representó el acercamiento con Egipto, que
encontró su punto álgido con la elección de Mohamed Morsi como
presidente del país. La relación de Hamás con Túnez también prosperó. Y
es que Hamas alcanzó niveles de popularidad sin precedentes durante y
tras su breve guerra contra Israel en diciembre de 2012. El
acercamiento entre Hamas y Qatar – que fue durante algún tiempo
considerada por muchos la “estrella fugaz” de la región – fue a su vez más que obvio, sobre todo en vista de la visita del ex líder de Qatar a Gaza y el anuncio de que el país rico en petróleo financiaría a Hamas en la reconstrucción de Gaza.
Los nuevos regímenes árabes – muchos de ellos tildados de “islamistas”
o habiendo establecido estrechos vínculos con estos últimos – adoptaron
posturas sobre la causa palestina con un tinte más moral que
pragmático, lo que hizo que muchos rememoraran la creación de la Liga
Árabe en 1945 – arraigada en la defensa de la causa palestina. No hay
que olvidar, por otra parte, que la nueva posición privilegiada de
Hamas, tuvo sin duda mucho que ver con la caída de regímenes acusados
de ponerse del lado de o de indirectamente proteger a Israel.
Todo esto cambió cuando la estrella del
que durante meses fue niño mimado de Occidente, el Islam político, se
fue desvaneciendo y se consumió mucho antes de lo esperado, en Egipto,
cuando Morsi fue depuesto como presidente, Turquía, donde Erdogan sigue
siendo popular, pero se enfrenta a cada vez mayores presiones, Túnez,
obligando a los islamistas a adoptar una postura mucho más moderada,
Libia, al borde del colapso
y el propio Qatar, donde el Emir Sheikh Hamad bin Khalifa Al Thani
abdicó, dejando en el trono a un hijo inexperto que tuvo que ver cómo su
país era temporalmente expulsado del Consejo de Cooperación del Golfo
que en su día ayudó a crear. La creencia ferviente según la cual “el
Islam es la respuesta” se había visto progresivamente socavada por
gobiernos ineficientes y propaganda maliciosa. La popularidad de Hamas
en la Franja también disminuyó alarmantemente y, según algunas fuentes,
había alcanzado su punto más bajo cuando el grupo se vio obligado a
firmar un acuerdo de reconciliación con la Autoridad Palestina de
Mahmoud Abbas en abril de 2014.
¿Qué es lo que Hamas y Hezbollah tienen
principalmente en común, aparte de resistir contra el mismo enemigo? Se
trata de su relación con Irán, y ello a pesar del componente
sectario. Hamas utilizó esta misma para romper el bloqueo impuesto
durante años en la Franja y sobre el grupo, y se vio enormemente
favorecido por la ayuda económica y militar que los ayatolás le
proporcionaban. Este apoyo le permitió convertirse en el grupo más
poderoso en Gaza, y en el segundo por influencia en Cisjordania, algo
similar a lo que ocurrió en los campos de refugiados palestinos en el
Líbano y Siria. Por su parte, Irán necesitaba un aliado para que se le
permitiera tener voz y voto respecto al conflicto palestino-israelí y
conseguir así por lo tanto extender su influencia en la región, un
ingrediente más de su perenne conflicto con Arabia Saudí. A pesar del
reciente enfriamiento de las relaciones, es importante recalcar que la
oficina de Hamás en Teherán nunca dejó de funcionar. Tras la caída en
desgracia de los Hermanos Musulmanes en Egipto y en vista del
desfallecimiento de la Revolución Siria, Hamas no desaprovechó la
oportunidad de utilizar este vínculo para intentar subsanar lo que para
ellos auguraba un futuro cuanto menos complicado.
En realidad, y a pesar de la ruptura de
los lazos políticos, Hezbollah había tratado fervientemente de mantener
intactos los contactos militares con Hamas y, más concretamente, con las
Brigadas Al-Qassam. De hecho, cuando comenzó el enfrentamiento, también
el ala militar de Hamas decidió mantener su alianza con Hezbollah e
Irán, alegando que ésta era la única forma de liberar a Palestina de la
ocupación israelí por la fuerza, en vista de un proceso de paz
permanentemente estancado y de la patente falta de solidaridad de los
líderes árabes. Esta postura fue apoyada con grandilocuencia por el ex
líder de Izz ad-Din al-Qassam, Ahmed al-Jabari, asesinado por Israel
durante la guerra de 2012. No hay que olvidar a su vez que el ejército
de Egipto destruyó casi todos los túneles entre el Sinaí y la Franja de
Gaza que servían de sustento económico de Gaza y de cauce para sus
armas. Puede ser, así, que el que las Brigadas Al-Qassam – como
consecuencia de que el apoyo militar proveniente de Irán y Hezbollah
cesó en un primer momento – no dispusieran ni de apoyo logístico ni
militar alternativo tuviera también algo que ver. El politburó de Hamas y
su líder Khlaed Meshaal, estaban al tanto e incluso recibieron el
mantenimiento de la cooperación militar con los brazos abiertos, aunque
en secreto.
A pesar de que los líderes políticos de
ambos grupos ya habían comenzado a trabajar hacia la normalización de
sus relaciones, el estallido de la actual guerra en Gaza representó la
oportunidad perfecta para que Hamas e Irán (y por tanto Hezbollah)
remendaran una relación cada vez más deteriorada. A pesar de que Hamas
había perdido gran parte del apoyo dentro de su propia circunscripción,
se han reanudado las voces en pos de la lucha violenta -muqawama –
contra Israel, ante la postura monolítica de un estado judío cada vez
más extremista y de una comunidad internacional que cada vez se muestra
más impotente y/o desinteresada. Nasrallah, de hecho, utilizó la guerra
de Gaza como una excusa para llamar por teléfono a Meshaal, momento que
aprovechó para reiterar- o más bien recordar – su apoyo a Hamas, tal y
como se relata en el sitio web oficial de Hezbollah.
Ignorando o desconociendo las críticas frente a Hamás del presidente sirio Bashar Al-Assad, Irán también ha declarado públicamente su apoyo a
favor del grupo en su guerra contra Israel. Al parecer, y por la misma
razón, Irán se ha puesto en contacto con Meshaal a través de su ministro
de Relaciones Exteriores Javad Zarif. Paradójicamente, la postura que
los supuestos amigos de Palestina – a saber, Egipto – están adoptando
contribuye enormemente al acercamiento entre facciones. Cualquier tipo
de presión sobre Hamas para que acepte los términos israelíes de un
eventual alto el fuego acercará sin lugar a dudas al movimiento hacia
Teherán. “La resistencia obligará a que Israel busque una solución, de forma similar a lo que ocurrió en 2006″,
dijo Nasrallah en su discurso, en el que también destacó las fallas de
inteligencia que estaba cometiendo el IDF. Esto es algo que seguramente
Israel no apreciará, algo que el país quizás ni siquiera había previsto.
¿Quizás no sea sino el miedo a una conflagración mayor lo que obligue a
Bibi a replantear su estrategia?
Este artículo fue publicado por Baab Al-Shams el 1 de agosto de 2014.
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