El 15 de mayo marca el aniversario de la Nakba o (‘catástrofe’ en árabe). Han transcurrido 67 años desde la fecha en que, como consecuencia de la creación del Estado de Israel y fruto de su Guerra de Independencia contra una coalición de países árabes. Así, cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares y condenados -junto con sus descendientes- a una vida como refugiados in secula seculorum. En puridad, la ‘Nakba’ se refiere a un conjunto de acciones, a la expulsión masiva de los árabes palestinos del Mandato Británico de Palestina durante la creación de Israel, entre 1947 y 1949.
Hasta hace unos pocos años, algunos israelíes palestinos aprovechaban el día de fiesta en Israel para visitar sus hogares perdidos o poblaciones abandonadas. Yasser Arafat decidió en 1998 que los palestinos también tenían derecho a conmemorar el 50 aniversario de aquello que les unió y desunió al mismo tiempo, y declaró el 15 de mayo -día posterior al de la independencia israelí (que sin embargo depende del calendario hebreo, por lo que ambas fechas pueden estar separadas por semanas)- como el ‘Día de la Nakba’. Cada año, las manifestaciones organizadas por este motivo suelen degenerar en violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes.
La Nakba en cifras (aproximadas)
- 44,6%: porcentaje de palestinos refugiados. En la actualidad hay 12,1 millones de palestinos en todo el mundo, de los cuales 5,4 son refugiados (según datos de UNRWA).
- Entre 750.000 y un millón: número de palestinos expulsados entre 1947-1949.
- Entre 250.000 y 350.000: número de palestinos expulsados antes del comienzo de la guerra de 1948.
- 150 000: número de palestinos que permanecieron dentro de lo que se convirtieron en las fronteras de Israel en 1948, muchos de ellos desplazados internos. Hoy son 1,6 millones.
- 100: número de civiles palestinos asesinados en Deir Yassin el 9 de abril de 1948, a manos de organizaciones terroristas sionistas dirigidas por los futuros primeros ministros Menájem Begin e Isaac Shamir.
- 4.245.000: hectáreas de tierra palestina expropiadas por Israel desde su creación.
Mil y una Nakbas
Los números que reflejan el horror que representó la Nakba de 1948 pocas veces hacen referencia a otras expulsiones, entre las cuales destaca la posterior a la guerra de 1967 (Naksa). Para muestra un botón: la mayoría de palestinos en el campo sirio de Yarmouk son refugiados y descendientes de refugiados originales del norte de Haifa y Acre. Muchos palestinos se enfrentan a sus Nakbas particulares día tras día: sobrevivir apenas en su campo de refugiados, perder amigos -uno tras otro-, enfrentarse mañana y noche a un hambre incesante, verse envueltos de una nostalgia perenne…
El recuerdo de la Nakba se mantiene hoy más vivo que nunca. La Nakba es para muchos un estado mental sempiterno. El conflicto palestino-israelí se ha prolongado tortuosamente día a día durante casi siete décadas para millones de palestinos que ya no saben de dónde vienen, ni tampoco saben muy bien dónde acabarán sus descendientes. Muchos de ellos siguen sumidos en una situación que no pocos asimilan al ‘apartheid’: la discriminación sistemática de los ciudadanos árabes en Israel, el campo de concentración gigante en el que se ha convertido Gaza, el régimen militarizado bajo el que viven los cisjordanos. Y el exilio forzado. La Nakba también trajo consigo lo que podría llamarse un cada vez más grabado a fuego ‘derecho de no retorno’ (en contraposición al ‘derecho de retorno’ que tienen todos los judíos a obtener la ciudadanía israelí), la tortura psicológica que sufren muchos palestinos al recordar que nunca podrán volver a aquellos territorios. Conviene recordar que la mayoría de refugiados palestinos viven a tan sólo unos pocos kilómetros de aquellos lugares de los que fueron desposeídos sus padres y abuelos.
En realidad, nada ha cambiado desde 1948: colonización violenta, política de confiscación de tierras, fragmentación del territorio, despersonalización del pueblo palestino, destrucción de la economía… Se hace así imprescindible enlazar la Nakba de 1948 con la Nakba actual, una historia ininterrumpida de expulsión, masacres, exclusión y ocupación. Se hace igualmente imperativo no cejar en el empeño de querer cambiar las cosas, y lograr poco a poco sustituir los parámetros definidos por el colonialismo etno-nacionalista israelí por aquellos que impone la justicia restaurativa. Y, ¿por qué no? Los europeos tendríamos que dejar de escapar de la culpabilidad que no ha dejado de causarnos la ‘Shoa’ judía, una honda desgracia que en cierto modo nos ayudó a recalibrar nuestra brújula moral pero que no por ello puede justificar cualquier acto llevado a cabo por el Estado israelí. Nos corresponde en paralelo aceptar de una vez por todas nuestra responsabilidad también frente a la(s) ‘Nakba(s)’ palestina(s), de la(s) que hemos sido testigos silenciosos y, muchas veces, incluso cómplices en la sombra. Se trata al fin y al cabo de narrativas entrelazadas que no dejarán de estarlo por cerrar los ojos ante todos los errores, sean estos propios o ajenos.
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