Hace diez años, Samir Kassir fue asesinado por un coche bomba en el centro de Beirut, la ciudad que tanto había amado, respetado y venerado. Él mismo decía que ‘todo comienza en Beirut y se extiende a toda la región’. Corría el año 2005, uno de los más convulsos en el país del cedro desde que en 1989 los Acuerdos de Taif obligaran a que dejaran de rodar los tanques a lo largo y ancho del minúsculo territorio. El año de la llamada ‘Revolución del cedro’ que nació de otro asesinato -el del antiguo Primer Ministro Rafik Hariri- y desembocó en la retirada de las tropas sirias del país, expulsadas por los propios ciudadanos del mismo. Callaron a Kassir cuando todavía era joven, pero no evitaron convertirle en una leyenda, no sólo para el Líbano, sino para el mundo árabe en su conjunto.