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Las 5 Ws del acuerdo nuclear con Irán

Tras 19 días de reuniones maratonianas, regateos infatigables y diplomacia de balcón, el mundo de las relaciones internacionales ha encontrado en un 14 de julio su nuevo punto de inflexión. En esta fecha se ha adoptado el acuerdo sobre el controvertido programa nuclear iraní que la República Islámica y los denominados países del P5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y Alemania) llevaban veinte meses negociando. Muchos lo han descrito ya como la ‘victoria’ más importante para la paz mundial en las últimas tres décadas. Otros lo equiparan con el fin de la Guerra Fría. La palabra ‘histórico’ ha inundado titulares, timelines y comentarios varios. Lo que queda claro es que este trato dará mucho que hablar, y en Passim os adelantamos las principales cuestiones sobre las que versarán estas conversaciones.
¿CUÁNDO?
Este anuncio representa, sobre todo, un triunfo para la diplomacia. En un mensaje colgado en Twitter, red social a la que los líderes iraníes recurren con asiduidad a pesar de estar prohibida para el resto de sus conciudadanos, el Presidente Hassan Rohaní señaló que el acuerdo es un instrumento que pone fin a una época de ‘exclusión y coerción’. En efecto, este acuerdo pone fin – o al menos ayuda a vislumbrarlo- a 36 años años de animosidad y recelo.

Las negociaciones comenzaron en puridad hace 12 años en el marco del esfuerzo internacional para prevenir que Irán adquiriera la capacidad suficiente para desarrollar un arsenal nuclear. El motivo por el que el acuerdo ha tardado tanto tiempo en ver la luz es que el acuerdo marco firmado en Lausana el pasado 2 de abril dejó muchas cuestiones sin resolver y no pocas heridas abiertas, toda ellas de naturaleza crítica cuando el objetivo final era alcanzar un acuerdo global.


¿QUÉ?
El acuerdo (texto integro) alcanzado en Viena respeta en su gran mayoría los parámetros fijados en el acuerdo marco. Su objetivo consiste en asegurar el ‘carácter exclusivamente pacífico de las actividades atómicas’ puestas en marcha por Irán. Cinco son los pilares sobre los que reposa:
iranfootnote
  1. Se refiere especificamente al nivel máximo de enriquecimiento de uranio que podrá alcanzar Irán: el 3,67%, con el fin de que su utilización se límite a fines civiles. Irán se deshará además del 98% del material nuclear que posee en la actualidad.
  1. De verificar este cumplimiento se encarga el OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica), viejo conocido de Irán y su programa nuclear. Que la agencia certifique que existe o no cumplimiento depende de que  tenga la certeza suficiente como para declarar que las actividades nucleares de Irán son totalmente pacíficas. Así, el acuerdo nuclear garantiza que por primera vez podrá verificarse el grado de cumplimiento del mismo.
  1. Da forma a un régimen de inspección y verificación lo suficientemente riguroso como para que sea posible una notificación inmediata de cualquier intento por parte de Irán de violar sus compromisos. Los inspectores podrán ahora visitar cualquier instalación que consideren sospechosa, incluso las militares. Lo que se ha acordado es sin embargo un ‘acceso controlado’: los inspectores tendrán que motivar su solicitud y dar a los iraníes la oportunidad de contestar de forma razonada. Esta es la fórmula prevista por el Protocolo Adicional de Irán al Tratado de No Proliferación nuclear que Teherán se ha comprometido a ratificar. Todo este proceso no debe llevar más de dos semanas. En el caso de que Irán se niegue a garantizar el acceso a los inspectores durante más de una semana se considerará que ha violado el acuerdo y, por tanto, se verá expuesto a que se le imponga una nueva ronda de sanciones. Irán, no obstante, tendrá derecho a rechazar aquellas inspecciones que perjudiquen su seguridad nacional.
  1. Irán se reafirma en su compromiso de desmantelar temporalmente más de dos tercios de sus 19.000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio. Así, podrá poner de nuevo en marcha sus centrifugadoras transcurridos los primeros 10 años de un acuerdo, aunque no producirá uranio altamente enriquecido durante los próximos 15 años. Durante estos 15 años tendrá que mantener sus reservas de uranio de bajo enriquecimiento por debajo de los 300 kg.
  1. A cambio, Naciones Unidas levantará todas las sanciones vinculadas al programa nuclear que pesan sobre Irán. La derogación de las sanciones internacionales será gradual y estará supeditada al cumplimiento del acuerdo por parte de la República Islámica. El OIEA ha firmado en paralelo con Irán un plan de trabajo que contempla las inspecciones que el primero pondrá en marcha este año para esclarecer el carácter del programa nuclear de Teherán. El informe definitivo al respecto no será redactado antes de diciembre, fecha a partir de la cual no será posible tal levantamiento. Nota al pie sobre las sanciones afectadas por el alivio gradual: no se hace mención a los abusos contra los derechos humanos o al terrorismo.
La desconfianza no se ha evaporado por completo, y el acuerdo prevé también un mecanismo para hacer frente a posibles violaciónes por parte de Irán. El mecanismo permite de hecho que las sanciones vuelvan a implementarse con carácter automático. Si Irán es acusado de no cumplir con sus obligaciones, una comisión conjunta tendrá 30 días para resolver la disputa. Si ese esfuerzo no da sus frutos, el asunto irá a parar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, encargado de decidir sobre si sigue permitiendo el alivio de sanciones. El proceso en su totalidad ‘sólo’ duraría 65 días.
Otro punto controvertido era el levantamiento del embargo de armas. Los iraníes no han salido bien parados y el embargo sobre la venta de armas ofensivas se mantendrá por un período de cinco años. La prohibición unilateral de Estados Unidos referida a tecnologías relacionadas con misiles balísticos se mantiene en pie ocho años.

¿QUIÉN?
Los actores más destacados de este proceso de negociación han ido convirtiendose en figuras por todos conocidas: el incansable secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y el carismático ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Javad Zarif (no es descabellado apostar por su candidatura al próximo Nobel de la Paz). No hay que olvidar a las hordas de negociadores en ambos mandos, ni mucho menos a los representantes de todas las potencias implicadas (P5 + 1 – China, Francia, Alemania, Rusia y Gran Bretaña – y Unión Europea), que han cumplido con creces con su papel de catalizadores necesarios. Este acuerdo representa asímismo la consolidación de Federica Mogherini como jefa de la diplomacia europea y la culminación de los inmensos esfuerzos realizados por referentes que llevan años apostando por la paz, como es el caso de Javier Solana. Y, sobre todo, este acuerdo bien merece que se evoque a los cientos, si no miles, de individuos que han trabajado durante décadas para alcanzar este resultado: académicos, científicos, activistas, periodistas, líderes religiosos.
Es menester mencionar el rol que han jugado los respectivos líderes. Por lo que a Estados Unidos respecta, no cabe duda de que se trata del logro más destacado en política exterior de la presidencia de Barack Obama. Para algunos incluso de una confirmación a posteriori de su controvertido Premio Nobel. Preocupaba a sus críticos que el Presidente norteamericano acabara cayendo en la trampa de un mal acuerdo a la desesperada. Nunca entendieron que la impaciencia de Irán fue siempre – y aún lo es – mucho mayor. Si partimos de las consideraciones más pragmáticas, el acuerdo no es perfecto, pero es mucho mejor que cualquiera de las alternativas. Cualquier acuerdo provechoso tiene que serlo para las dos partes: una obtiene alivio, la otra certidumbre. Y ambas grandes dosis de legitimación.
Obama ya ha advertido que vetará cualquier legislación que impida su implementación. Cuenta con el número necesario de senadores demócratas de su lado para sostener el veto. Ha sido precisamente Obama quien ha hecho referencia  en numerosas ocasiones al verdadero baluarte de las negociaciones: la confianza. Aunque con matices, ya que el acuerdo no se basa sólo en la confianza, sino también en la verificación.
La determinación de Estados Unidos de alcanzar un acuerdo relevante ha ido de la mano de una insospechada armonía en el seno de las elites de la República Islámica. La rivalidad feroz entre reformistas y conservadores se ha visto sustituida – al menos de cara a la galería – por un consenso nacional auspiciado por el propio Ayatollah Ali Khamenei. Pese a su de sobra conocida ambivalencia, fue él quien ordenó que se congelaran capitulos del programa nuclear a cambio del alivio limitado de sanciones cuando Irán se adhirió al acuerdo provisional de noviembre de 2013. Todo apunta a que, a lo largo de todo el proceso de negociaciones, el ministro de Relaciones Exteriores, Muhammad Javad Zarif, ha contado con el apoyo de Khamenei y del liderazgo de la Guardia Revolucionaria. ‘Apoyo al 100% cualquier acuerdo que mantenga intacto el prestigio de Irán’, dijo el mes pasado el líder supremo.
Por último pero no menos importante, mención especial merecen la ciudadanía de uno y otro lado. Sorprendentemente, la opinión pública de Estados Unidos lleva meses mostrándose favorable a la negociación. Y esto a pesar de que la percepción negativa de Irán sigue siendo muy alta. El cambio en la actitud del público para apoyar el acuerdo reposa, entre otros factores, en circunstancias clave como la elección del moderado Rouhani en 2013, la fatiga americana ante el desorden y violencia en Oriente Próximo, y el afianzamiento de Daesh. La sociedad iraní, consciente del maná económico que el levantamiento de sanciones significa, también se ha manifestado muy a favor del acuerdo, a pesar de los halcones y de aquellos que machaconamente siguen gritando ‘Muerte a Estados Unidos’. Para muestra un botón: esta es la segunda vez en 36 años que el discurso del Presidente de Estados Unidos ha sido retransmitido en la televisión estatal iraní. La primera emisión tuvo lugar tras la firma del acuerdo marco.
¿DÓNDE? Las consecuencias para Oriente Próximo
Para algunos el principal valor añadido del acuerdo radica en la perspectiva del fin, o al menos de una atenuación, de más de tres décadas de hostilidad entre Iran y Occidente. Una oportunidad para acercarse al cabecilla del ‘Eje del Mal’ en un esfuerzo por estabilizar Oriente Próximo. Un aliado como Irán que además presenta cientos de ventajas adicionales – si no primordiales – como una cultura e Historia increiblemente ricas, un enorme potencial económico, una identidad nacional muy arraigada, una población educada relativamente joven…


Resulta no obstante iluso incluso planterse que Irán podrá convertirse en el mejor amigo de Occidente en cuestión de meses. Esto es ‘détente‘ y no ‘rapprochement‘. La lucha contra un enemigo común como Daesh ha puesto en evidencia que incluso persiguiendo objetivos comunes ambos ‘bandos’ no quieren y/o pueden ponerse de acuerdo. No olvidemos que una gran mayoría de autoridades en Irán – no menos su Líder Supremo – no han cesado de adherirse a una visión anti-occidental y revolucionaria del orden internacional.
No son pocas las versiones de la historia que recuerdan que Obama fue en parte elegido por haber prometido mitigar el papel de Estados Unidos en la región. Prueba de ello fueron su decisión de retirarse de Irak y Afganistán; su liderazgo desde bambalinas de la intervención en Libia en 2011; y su renuencia a atacar Siria en 2013 sin la aprobación del Congreso. Cuando se ha actuado, ha sido para evitar el desastre a un coste ínfimo. Política de mínimos de la que es simbolo la coalición internacional contra Daesh. Si Estados Unidos logra mantener un delicado equilibrio entre sus antiguos y nuevos aliados para dejar que sean éstos quienes se ensucien las manos, la conquista será doble.
Las etapas finales de las negociaciones han coincidido – casualidad o no – con una notable intensificación de los esfuerzos iraníes por ampliar y afianzar su influencia en la región. Aliados de Irán o proiesiraníes llevan ahora la voz cantante – o al menos son actores fundamentales en la escena política – en varios países árabes. Con la reciente incorporación de Yemen al campo de batalla de la llamada ‘Guerra Fría de Oriente Próximo’, Teherán ocupa posiciones a lo largo de todos los cursos de agua estratégicos de la región y rodea a su archirrival Arabia Saudi.
Una colaboración más estrecha con Irán – o al menos un ambiente más distendido – podría contribuir a que los principales implicados puedan atisbar la luz al final del tunel. En la actualidad cuatro guerras civiles están en pleno apogeo – en Irak, Siria, Libia y Yemen – en las que las enemistades giran en torno a religión, ideología, etnia y clase y en las que Irán tiene un no desdeñable poder de decisión. Es de destacar también la influencia de Irán en países como Líbano y Palestina (Gaza). Un acuerdo nuclear, dice el ex diplomático iraní Hossein Mousavian, ‘hará que Irán sea menos agresivo’, y fortalecera a los moderados en el circulo del Presidente Rouhani.
No puede descartarse por completo la opción de que el acuerdo contribuya sin embargo a que aumente la inestabilidad de la región. Liberado de algunas sanciones, con una economía reforzada y una sociedad confiada, y tal vez sintiendose inmune a un ataque estadounidense (o israelí), Irán podría envalentonarse y tratar de extender su influencia más allá de su zona de confort.
Inestabilidad que perfectamente puede ser provocada por aquellos que no están contentos con el acuerdo y así lo han manifestado. Para Netanyahu, el acuerdo ha sido ‘un grave error de proporciones históricas’. Las monarquías del Golfo, en particular Arabia Saudí, tenían pesadillas con que este día llegara, aunque sus declaraciones recalquen lo contrario. De hecho, Arabia Saudi ya ha avisado de que tratará de igualar el nivel de enriquecimiento de uranio de Irán. Es poco probable que Turquía quiera quedarse atrás, como punto de partida de una peligrosa rección en cadena. Así, un acuerdo nuclear diseñado para prevenir la proliferación de armas nucleares bien podría producir el efecto contrario.
El acuerdo también tendrá implicaciones para el planeta en su conjunto, y no desde el punto de vista exclusivamente geoestratégico. Destacan a primera vista los efectos sobre el precio del petróleo o sobre el volumen y flujos de comercio internacional.
¿POR QUÉ?

Los defensores del acuerdo se regocijan ante cualquier cortapisa al programa nuclear. Sus detractores cuestionan la verificabilidad de estas limitaciones y su impacto a largo plazo sobre la estabilidad regional y mundial. La importancia histórica del acuerdo y su propia sostenibilidad dependen de si estos sentimientos encontrados pueden en algún momento verse reconciliados.Eprobable que superar décadas de animadversión, tanto dentro de la región como entre Irán y Occidente, resulte muchísimo más difícil que alcanzar el acuerdo del 14 de julio. Tal y como los últimos dos años de arduas negociaciones han demostrado, incluso cuestiones en apariencia insolubles pueden verse abordadas por una diplomacia persistente y paciente. Y grandes dosis de buena voluntad. Algunas de ellas pueden incluso ser solventadas con un relativo éxito.
Este artículo fue publicado en Passim el 15 de julio de 2015.

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