Para cualquier persona que se interese
por Oriente Medio, una de las tareas más difíciles en la actualidad
estriba sin duda en dictaminar cuál es la situación sobre el terreno en
Siria. Joshua Landis, uno de los analistas que estudian más de cerca el
conflicto, estima que el régimen controla 45% del territorio -y 65% de
la población-, el Estado Islámico (OEI) controla 35% del territorio
(desértico en su mayor parte ) -y 16% de la población-, mientras que los
kurdos controlan el 9% y Jabhat al-Nusra el 5% del territorio. Los
rebeldes, o al menos lo que conocemos como tal, controlan sólo un 6% del
territorio. Los rebeldes se enfrentan de hecho en el Norte a una
derrota inminente a manos de al-Nusra, que ya controla gran parte del
noroeste del país y se ha hecho con el control de Idlib. El régimen
domina Damasco, la costa mediterránea y gran parte de las zonas entre
medias, en una estrategia que busca enfrentar a ricos contra pobres y ha
visto reforzado su control en zonas urbanas a expensas de las zonas
rurales. El OEI controla por su parte el Este. Y, por último, los kurdos
controlan su territorio aunque se niegan de momento, e incluso tras la
victoria de Kobane- a proclamar la independencia de la región de Rojava.
Queda preguntarse ¿qué es lo que
controlan los rebeldes, pues? ¿A partir de dónde esperan sus aliados que
reconquisten territorio? Y a esta pregunta no cabe sino contestar: el
sur. Allí donde quizás tanto Siria como los idealistas de parte y otra
del planeta encuentren su última esperanza. El “Frente del Sur”,
como se hace llamar la alianza de rebeldes que incluye a más de 50
grupos como el poderoso Ejército de Yarmouk o Fallujah Hawran y
representa más de 30.000 soldados, se proclamó como tal a mediados de
febrero de 2014. Una alianza que ha demostrado ser capaz de conservar
durante varios meses gran parte del territorio del gobernado de Daraa,
allí donde comenzaron las revueltas, a 90 millas al sur de Damasco. Hoy
por hoy continúan a las riendas de las las áreas más cercanas a la
frontera jordana, y son definidos por los expertos no solo como los “mejor organizados”, sino también como los “infiltrados en menor medida por pulsiones yihadistas”.
Sus propios miembros aseguran que podrían estar en posición de derrotar
a Assad si contaran con suficiente ayuda y apoyo por parte de
Occidente. Y sobre todo si se logra convencer a los aliados de que
garanticen una zona de exclusión aérea en el sur, del estilo de la que
Turquía lleva reclamando meses.
Lo más sorprendente de esta coalición,
atípica si se tiene en cuenta la imposibilidad de los rebeldes de unirse
ha sido lo que ha determinado sus múltiples derrotas, es que desde el
principio hicieron recurso a un lenguaje igualitario, nacionalista y
unificador, que por momentos recordaba a las consignas revolucionarias
de 2011. El texto tenía también un regusto democrático y hacía
referencia a “la voz moderada y el brazo fuerte del pueblo sirio“.
Siguiendo estas consignas, hace pocas semanas se creó un consejo
provincial encargado, entre otras tareas, de coordinar la llegada de
ayuda humanitaria y de garantizar la defensa de infraestructuras clave.
El Frente del Sur cuenta asimismo con su propia rama periodística, la
Organización de la Prensa Siria.
El Frente del Sur sorprendió -e incluso
ilusionó a muchos anunciando que había trazado un plan en el que se
detallaban los distintos pasos de la transición política una vez ganada
la mano en el terreno militar. Los términos del documento se distancian
de los fijados por la oposición siria en el exilio, a la que en
principio se reservaban las decisiones políticas pero que se ha mostrado
cada vez más desconectada de la realidad, inconsistente y fraccionada.
Muchos rebeldes se han dado cuenta de que esperar a que ésta actúe puede
alargar la guerra durante años. La idea parece ser apropiarse poco a
poco y dar contenido a la propia existencia de un Ejército Sirio Libre
enormemente cacareado desde el principio, pero de cuya existencia como
un ente militar per se nadie tiene la prueba.
De acuerdo con una entrevista concedida a
Reuters por uno de sus líderes, Abu Hamza al-Aqbouni, el plan se
refiere a la creación de unas nuevas fuerzas de seguridad de carácter
civil encargadas de salvaguardar “instituciones nacionales”
como el Ejército o el gobierno interino compuesto por tecnócratas, que
ascendería en su caso al poder a la espera de que puedan convocarse unas
elecciones dignas de tal nombre. El proyecto hace también mención a la
protección de todos los ciudadanos sirios independientemente de su
creencia -se han llevado a cabo cuantiosos esfuerzos para asegurar a
cristianos y drusos que tendrán su sitio y voz en el futuro del país- y
condición. De hecho, el documento fundacional de febrero hacía incluso
referencia a la protección de derechos humanos y libertades
fundamentales. No es baladí señalar que la hoja de ruta toma como punto
de partida el derrocamiento de Bashar al-Assad. Ello deja claro que los “rebeldes moderados”
no están dispuestos a aceptar -al contrario de lo que parece estar
ocurriendo en Occidente- que Assad sea considerado un mal menor.
Con esta estrategia esperan atraer la
atención y los recursos de los enemigos del Presidente sirio. De hecho,
gran parte de la ayuda militar que han recibido los rebeldes llega a
través de Jordania, donde se encuentra el Centro de Operaciones
Militares, un centro de logística y abastecimiento principalmente a
cargo de Estados Unidos, pero en el que también operan aliados como
Reino Unido, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Las propias
autoridades jordanas han adoptado sin embargo una actitud extremadamente
cautelosa respecto de un progreso excesivo de los rebeldes. Y, a pesar
de que Estados Unidos haya declarado que apoyar a los rebeldes moderados
-el plan “Train and equip” sueña con crear un ejército sirio
desde cero- es la única manera de garantizar que en un futuro será
posible librarse de Assad, han permitido que tanto grupos extremistas
como régimen sirio aticen con fuerza a rebeldes de todo signo.
El Frente del Sur no ha emitido ningún
documento en el que se deje claro ni la jerarquía ni el funcionamiento
de sus operaciones militares, aunque en cambio deja claro que “cada líder tendrá la libertad de decidir sobre sus operaciones correspondientes“.
Ellos mismos aclaran que su coordinación militar depende de un centro
de mando móvil, bajo una dirección unificada pero no un comandante
general. Es precisamente esta composición dinámica y difusa la que
permite que los rebeldes se mantengan ágiles en sus operaciones,
ayudados por los fuertes lazos tribales existentes en la zona, que
también ayudan a resolver las disputas que puedan surgir. En este
sentido, no obstante, las críticas apuntan a que esta desorganización
deja claro que el Frente del Sur es claramente de un producto meramente
para consumo occidental, una manera de mostrarse organizados para
recibir más recursos que sus contrincantes rebeldes.
Algunos analistas también consideran que
mientras que el Frente del Sur puede ser un modelo viable para un sur
homogéneo y desértico, resultaría en su caso mucho más difícil
implantarlo en el norte. Parece desmentir este aspecto el que tras meses
de negociaciones haya tenido éxito el intento de unificar el “Frente de Levante” en derredor de Aleppo. El pasado 25 de diciembre, los cinco principales grupos rebeldes bajo la etiqueta “islamistas” en
la zona -excepto al-Qaeda y el Estado Islámico- anunciaron que se
habían unido bajo un comando conjunto. La mayoría de estos grupos
también reciben apoyo directa o indirectamente del Centro de Operaciones
Militares, esta vez basado en Turquía. Todavía no han hecho público
ningún manifiesto político.
Otra amenaza que se cierne sobre el
Frente del Sur es el que, aunque aún no se hayan visto enfrentados a JAN
e incluso hayan luchado juntos en momentos puntuales, sus miembros son
conscientes de que ese momento llegará, ya que estos últimos han
declarado la guerra a todas las “fuerzas nacionales”. Por si
esto fuera poco, llegar a Damasco les resultará sin embargo, y con los
medios hoy por hoy a su alcance, prácticamente imposible, ya que la el
territorio está salpicado de instalaciones militares erigidas con la
vista puesta en una posible guerra con Israel. Una esperanza, quizás,
pero aún muy lejana.
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