Hace unas semanas os hablamos de cómo se presentaban las elecciones en Israel. Tal y como vaticinaban la mayoría de los pronósticos, la alianza entre el Primer Ministro Benyamin Netanyahu y el antiguo Ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lierberman, venció en las elecciones parlamentarias, y su líder no tardó en cantar victoria, por muy incomoda que ésta resultara si se tiene en cuenta el reparto de votos. Sin embargo, contra casi todas las predicciones, el proceso conducente a la formación de un nuevo gobierno no ha sido tan acomodaticio como éste ultimo hubiese deseado.
La segunda posición en número de votos recayó en el partido de un recién llegado, aunque con unas tablas sorprendentes gracias a su pasado como empresario y estrella de “talk-shows”, Yair Lapid, Yesh Atid (“Hay un futuro”). El partido de Naftali Bennett, “Casa Judía”, también obtuvo un resultado extremadamente favorable, aunque no tan bueno como se esperaba. En el mismo sentido, tanto los partidos de centro como de izquierda lograron avances significativos, mientras que a los partidos de extrema derecha no les fue tan bien como las encuestas habían indicado. Por otra parte, el resultado también puso de relieve una realidad que muchos políticos se han empeñado en ignorar durante años: una nueva generación está tomando forma en Israel, compuesta por aquellos votantes jóvenes que decidieron votar a candidatos novatos, denunciando algo contra lo que han protestado reiterada y públicamente en numerosas ocasiones; están cansados de soportar las decisiones de un “antiguo régimen” inmutable, en el que Netanyahu, Lieberman, Barak y otros se empeñan en dar lecciones de moral y en prometer avances y progreso, mientras que tras las bambalinas llegan a acuerdos en virtud de los cuales se protege el status quo. No es por nada que mientras sus vecinos árabes conseguían derrocar a sus respectivos dictadores, varios medios hablaban de una “primavera israelí”.
Los resultados anunciados por la Comisión Electoral apuntan por lo tanto a la consecución de un empate virtual en el número de escaños obtenidos por la derecha y por los bloques de izquierda. Y los rumores se desataron: ¿qué ofrecería Netanyahu a sus futuros asociados para que estos aceptaran formar una coalición con él? ¿Tendría este último en cuenta lo que una parte significativa de los votantes han demostrado desear, esto es, un cambio real? ¿Escucharía “Bibi” sus ruegos y aceptaría ceder en ciertos aspectos de su archi-conocida postura, en particular la seguridad y la política exterior? Desde el primer día, el veterano político admitió que tendrán que adoptarse reformas en los campos económico y social. Yair Lapid había, de hecho, dado a entender que únicamente estaría dispuesto a entablar conversaciones si Netanyahu se comprometía con la mejora o modernización de un macilento sistema de bienestar.
Sin embargo, el Primer Ministro israelí también afirmó que se mantendrá firme en todo lo concerniente a las cuestiones regionales, con lo que implícitamente prometió la continuación del impasse en el conflicto árabe-israelí. Y, sobre todo, no ha cesado de mostrar su preocupación por todo lo que en torno al programa nuclear iraní gira, un desasosiego que casi todos los candidatos han admitido compartir. Sin embargo, y aun cuando las campañas no se pronunciaron en ese sentido, la seguridad y la estabilidad siguen manteniéndose como la principal preocupación de todos, tanto políticos como votantes, todos ellos enraizados en una región en constante cambio.
Al fin, tras semanas de discusiones e incertidumbre, Netanyahu anunció quiénes serían los miembros de su “dream team”. Lo hizo después de solicitar al Presidente una cacareada prórroga y antes de recibir al Presidente Obama, que acaba de visitar la región, en un terreno que su flamante nuevo Secretario de Estado intentó allanar. Bibi, que también asumirá por un tiempo la cartera de Asuntos Exteriores, entrará en coalición con dos partidos de centro: Yesh Atid y Hadnua. Una formación de extrema derecha, Hayehudi, también formará parte del próximo Gobierno, y casi con total seguridad presionará a favor de los derechos de los colonos, sobre todo si tenemos en cuenta que a su líder, Naftali Bennet, se le ha adjudicado el puesto de Ministro de Economía, y que su partido controlará el Ministerio de Vivienda. Sin embargo, y para sorpresa de muchos comentaristas, Netanyahu ha decidido no aliarse en esta ocasión y por primera vez desde 1977, con los que durante bastante tiempo fueron sus cómplices, los partidos ultra-ortodoxos, probablemente rememorando con gusto agridulce las luchas internas a las que se tuvo que enfrentar durante la pasada legislatura como resultado de la postura intransigente de estos partidos en muchos temas. Una de estas cuestiones es el futuro de los haredim (ultra-ortodoxos dedicado al estudio de los textos sagrados), una causa respecto de la cual Yair Lapid se ha posicionado públicamente. Este último, al igual que una gran parte de la propia población israelí quiere, entre otras cosas, que esta población en constante crecimiento, acceda a pagar impuestos y a servir en el ejército, esto es, a ser ciudadanos en completa igualdad. Muchos predicen que Lapid obtendrá, por así decirlo, su recompensa, gracias a su puesto como Ministro de Finanzas en el nuevo Ejecutivo.
Sin embargo, también podría argumentarse que todavía hay esperanza para los palestinos. Aunque Benett, una “estrella fugaz” en el firmamento político que ha mostrado una postura extremadamente agresiva para su edad, rechaza sin rodeos cualquier tipo de negociaciones con los palestinos, e incluso se opone a la creación de un Estado palestino en Cisjordania, Lapid ha afirmado repetidamente que está a la espera de, y desea fervientemente, una reactivación del proceso de paz en Oriente Medio. Netanyahu parece haber dado efectivamente un respiro a la paloma de la paz mediante el nombramiento de la centrista Tzipi Livni (que ganó las elecciones de 2009 pero no logró formar una coalición), prácticamente la única candidata que creyó necesario que hablar durante la campaña sobre la necesidad de revitalizar el proceso de paz , como Ministra de Justicia y negociadora en exclusiva con los palestinos. Para ello habrá sin embargo que esperar a que las negociaciones se reanuden
La nueva coalición se enfrenta ya desde su nacimiento a una dificultad añadida; es probable que se trate de una coalición débil. Por un lado, sólo contará con 68 de los 120 escaños que componen la Knesset, y necesitará del apoyo de otros partidos a la hora de aprobar leyes y medidas críticas. Por otra parte, se trata de un grupo heterogéneo, cuyas posiciones con respecto a los asuntos clave, no están claras y, en caso contrario, están profundamente enfrentadas. Como suele ser habitual, sólo el tiempo dirá lo que el futuro depara a Palestina.
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