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Prioridades #CEJuncker. Conclusión: Alea jacta est.

Desde el 1 de diciembre de 2014, la Unión Europea ya cuenta con su particular y flamante “trío de ases”: un Presidente del Consejo Europeo experimentado y un poco menos gris que su predecesor, una Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad que fue enormemente criticada por su inexperiencia pero que ahora -habiendo mostrado una actitud más docil- parece convencer a la gran mayoría y, sobre todo, un Presidente de la Comisión Europea que prometió romper tanto con su pasado -por mucho que algunos escandalos se lo pongan dificil- como con el pasado de la institución que ahora encabeza.
Resulta a estas alturas difícil negar que las Comisiones Barroso habían ido convirtiéndose en tristes sombras del órgano que un día impulsó a la Unión a la mejor versión de si misma. Hoy, lastrada por la crisis, por la corrupción y el clientelismo, por la desconfianza ciudadana y por unos líderes nacionales que ansian un protagonismo que los Tratados nunca les concedieron, la Comisión está más necesitada que nunca de un soplo de aire fresco que consiga recordar a los ciudadanos qué es eso que los textos denominan “interés comunitario”. Más que nunca frente a un Parlamento Europeo al que el Tratado de Lisboa dotó con poderes impensables cinco décadas atras, pero también al que el euroescepticismo y las dudas han herido -esperemos que no de muerte- y debilitado durante estos últimos años.
Las prioridades de la nueva Comisión
El documento base sobre el que el nuevo Presidente de la Comisión sentará los cimientos de su mandato lleva por grandilocuente título “Un nuevo comienzo para Europa”, un plan de acción de diez capítulos que en Miradas de Internacional hemos desmenuzado uno a uno en nuestro Especial Comisión Europea 2014-2015. Las prioridades que Jean Claude Juncker ha presentado como guión de su Ejecutivo son las siguientes:
  1. Un nuevo impulso para el empleo, el crecimiento y la inversión
  2. Un mercado único digital conectado
  3. Una Unión de la Energía resistente con una política en materia de cambio climático que mire hacia el futuro
  4. Un mercado interior más justo y más profundo, con una base industrial fortalecida
  5. Una Unión Económica y Monetaria más justa y más profunda
  6. Un acuerdo de libre comercio razonable y equilibrado con los Estados Unidos
  7. Un espacio de justicia y derechos fundamentales basado en la confianza mutua
  8. Hacia una nueva política sobre migración
  9. Un actor más potente en el escenario mundial
  10. Una Unión de cambio democrático
Los diez capítulos en unas pinceladas
Uno de los aspectos que más destaca a primera vista de estas prioridades es que reposan claramente sobre dos ejes bien definidos como son la economía y la política exterior, precisamente las dos vertientes que más críticas han recibido de los actores que, de uno y otro modo, siempre acaban definiendo lo que la Unión representa en cada momento y por lo que la Unión luchará en los años futuros: la ciudadanía y la comunidad internacional.
No hay líder de la Unión que haya dejado de proclamar a los cuatro vientos que el objetivo fundamental de la Unión es recuperar la prosperidad que en su día encandiló a Estados miembro fundacionales y candidatos, y que consiguió durante décadas sustentar la propia idea de unión supranacional. Y la única manera de garantizar esta prosperidad no es tanto recuperar el crecimiento sino sobre todo crear empleo, como demuestra a todas luces el caso español. Para ello, y como prometía la tan cacareada Agenda 2020, resulta fundamental completar un verdadero mercado único, indiscutible cimiento de la Unión, y en este sentido desarrollar dos mercados aún en estado precario: un mercado digital y un mercado de la energía. También a esta meta se refiere el Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas de Juncker, según una gran mayoría un brindis al sol, como pareció dejar patente la última Cumbre del Consejo Europeo.
También en el ámbito económico se inscribe la creación de una verdadera unión económica y monetaria, no tanto en lo que a volver a la senda del crecimiento se refiere, sino sobre todo para evitar que una nueva crisis de dimensiones aún incalculables pero de efecto sistémico garantizado vuelva a poner en entredicho la propia existencia de la Unión. Para ello Juncker ha dado brillo a una idea que ya llevaba tiempo merodeando los pasillos de Bruselas: una reindustrialización de la Unión que borre de un plumazo las políticas que muchos Estados miembro pusieron en marcha a base de sangre, sudor y lágrimas a lo largo de los años 80 y 90.
La política exterior no ha dejado de erigirse, incluso en tiempo de penurias económicas, como gran asignatura pendiente de la Unión. La crisis de Ucrania y los sueños deletereos de Putin lo dejaron bien claro. La amenaza yihadista no hace sino reforzar este sentimiento. Y cuando nos referimos a política exterior, no podemos dejar de hacer referencia a todas las políticas a ella íntimamente conectadas, sobre todo la política comercial, que ha encontrado en el TTIP su gran piedra de toque, y la política de inmigración que, al igual que en su momento ocurrió con la Política Agricola Común, enfrenta hoy a norte y a sur y sobre todo deja en evidencia uno de los principios fundacionales de la propia idea de Europa en el siglo XX y XXI: la solidaridad.
Estas prioridades no olvidan hacer mención, aunque de manera algo vaga, al principio democrático que por vez primera ha guiado la elección del Presidente de la propia Comisión. Es así como la Unión no puede cejar en su empeño de reforzar el espacio de libertad, seguridad y justicia que garantice de una vez por todas la libre circulación de personas y, por encima de todo, la protección de los ciudadanos de la Unión. Y es así también como la décima prioridad persigue erosionar este déficit democrático del que los medios tanto hablan -que también podría ser definido como déficit de comprensión, otro de los campos en los que la Unión no llega ni al aprobado justo-.
La clave reside en agilizar el propio funcionamiento de la Unión, que en muchas ocasiones se ve lastrada por procedimientos eternos y una farragosa burocracia, algo que no ha hecho sino reforzar la idea de los Jefes de Estado de que su feudo -el Consejo- es el llamado a adoptar con nocturnidad y alevosía las decisiones fundamentales y a hacer avanzar la Unión. ¿Demasiada regulación? No gracias: reglas simples, claras, transparentes y en un número que no alarme a lideres demagogos y capitales con aires de grandeza. De hecho, ha sido el propio Juncker el que en su Programa de Trabajo ha decidido prescindir de las iniciativas legislativas ya en marcha y proponer únicamente 23 para el año próximo (fueron 130 de medio bajo la última Comisión).
“Esta vez, las cosas son diferentes de verdad”
Es esta la frase que el primer Vicepresidente de la Comisión Frans Timmermans ha tomado prestada del slogan que el Parlamento Europeo utilizó durante las elecciones de mayo para enfatizar las diferencias entre su Ejecutivo y los anteriores. A la hora de presentar su Plan de Acción ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo el pasado 16 de diciembre, el holandés fue claro y cristalino: “sólo porque un asunto sea importante no significa que la Unión Europea tenga que actuar“. Y quizás la solución no a todos pero si a una gran mayoría de problemas de la Unión radique en hacer las cosas más simples. Se conseguiría matar así dos pájaros de un tiro, ya que es indudable que los ciudadanos se sienten más cercanos a instrumentos claros, fáciles de explicar y sobre todo parcos en palabras y fines.
Guirao señala que “el riesgo principal para la Unión no son los partidos xenófobos, sino la falta de respuestas convincentes de los lideres europeos sobre la integración y los beneficios de seguir formando parte de la Unión”. Y es esta una aseveración que los líderes de la Unión no deberían perder nunca de vista. Un estudio del Parlamento Europeo, basado sobre un término acuñado hace veinte años, el de “coste de la no Europa“, deja claro no lo que hemos ganado con la Unión, sino lo que perdemos con nuestras dudas y reticencias a la hora de emprender el camino hacia una Unión mas integrada (ever closer union). Mejor con más Europa, que dirían algunos. Mejor con menos Europa, dirían otros. El debate entre más y menos Europa no da ya más de si: lo que el continente necesita y exige es una mejor Europa. Sólo esperemos que el #JunckerTeam esté preparado para dárnoslo, porque quizás está vez la suerte haya sido echada por última vez.
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Este post formó parte del Especial Miradas de Internacional sobre las diez prioridades de la nueva Comisión Europea, en el que contaremos con nuestros colaboradores habituales y con firmas invitadas. Aquí puedes ver todos los posts publicados sobre el mismo y también puedes seguir el especial a través de nuestro Twitter, nuestra página de Facebook y en el hashtag #CEJuncker.

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