A pesar de que el Rey Abdalá llego a plantearse un aplazamiento de las elecciones en vista de la creciente polarización entre el gobierno y la oposición y las crecientes protestas a las que se ha visto enfrentado, estas tuvieron finalmente lugar en la fecha prevista, el 23 de enero, y miles de votantes acudieron a las urnas para elegir un nuevo Parlamento. Hasta el momento, los observadores extranjeros consideran que la votación ha sido libre y justa, únicamente empañada por disrupciones menores. El Estado también decidió reforzar en gran medida la seguridad, con un ojo puesto en una posible reanudación de las protestas a lo largo del país.
¿Primavera árabe en Jordania?
En efecto, a finales del 2012 varias señales apuntaban a que la “Primavera árabe” por fin había llegado a Jordania, a pesar de que varias diferencias son de destacar respecto de los casos de Libia, Egipto, Yemen y Túnez. En primer lugar, la mayoría de la población jordana parecen amar su rey (aunque la mayoría piensa que sus poderes deben ser limitados), a la familia real y al sistema “estable” que esta última ha construido durante las últimas décadas. Sin embargo, el pueblo no es inmune a lo que sus vecinos han logrado hasta ahora, y lo que realmente quieren es una reforma constitucional y no una revolución.
¿Cuándo empezó todo esto? Meses atrás, la Hermandad Musulmana de Jordania (un grupo que, según el Centro Carnegie Endowment for the peace, “es capaz de reunir a miles de manifestantes en las calles” y que, a diferencia de sus vecinos de Egipto y Arabia Saudita, nunca ha prohibido ni reprimido), tras varias rondas de negociaciones con el anterior Gobierno y otras autoridades, amenazó con boicotear las elecciones legislativas. Varias protestas estallaron en Amman, seguidas por la detención de decenas de activistas. Tales medidas represivas llevaron a nuevas manifestaciones, y el Rey recurrió a lo que ha venido siendo su patrón habitual: cuando las protestas contra el gobierno se intensifican, éste impone una serie de medidas reformistas y echa la culpa a las autoridades en el poder (su chivo expiatorio favorito).
Protestas generalizadas siguieron teniendo lugar, principalmente a raíz del anuncio de una subida de los precios de los combustibles y la gasolina, productos que han sido subvencionados a través de los años con el fin de aliviar las cargas económicas que pesan sobre la población y garantizar así un estabilidad artificial, práctica habitual entre varios países árabes, decisión que se justificó alegando una imposición del Fondo Monetario Internacional y de la necesidad de evitar una acuciante crisis fiscal.
El boicot de las elecciones en Jordania
Por lo tanto, el mayor escollo que ha caracterizado estas elecciones es el hecho de que ni todos los votantes ni todos los posibles candidatos hayan participado en éstas, ya que diversos grupos de la oposición (en particular, la rama política de los hermanos musulmanes en Jordania, el Frente de Acción Islámica) decidieron boicotear la votación semanas atrás, como ya hicieron con ocasión de las elecciones de 2010, con el objetivo de poner de relieve su insatisfacción frente al insuficiente ritmo de reforma en el reino hachemita, en el que los Hermanos exigen cambios democráticos reales que conduzcan a un país más representativo y no, como podría pensarse, al derrocamiento del Rey, con quien han colaborado estrechamente durante años (a diferencia del trato que la Hermandad vino recibiendo tanto en Egipto como en Túnez).
Varios analistas ya se están preguntando cuán representativo será el cuerpo legislativo elegido, cuestionando por lo tanto la propia legitimidad de la votación. Se estima que la participación podría haber sido tan baja como del 20% en ciudades como Ammán, Zarqa e Irbid, no sólo como resultado del boicot, sino también de la apatía profunda que reina en el seno de la población jordana. Tildando el boicot de “ineficaz”, las autoridades han prometido el inicio de una “nueva era de reforma política”, para lo cual el proceso continuará conforme a lo establecido, sin caer presa de chantaje alguno. Las elecciones han sido en este sentido publicitadas como el culmen de una evolución que incluye medidas tan importantes como la introducción de enmiendas a la Constitución, la aprobación de nuevas leyes sobre los partidos políticos y las elecciones, y la creación de un tribunal constitucional y de una Comisión Electoral Independiente.
Al margen de los “boicoteadores”, más de 1400 candidatos (de los cuales sólo 191 son mujeres y 22 islamistas) compitieron por un puesto en una Cámara de 150 escaños, de los cuales 15 escaños están reservados a las mujeres y 27 a los candidatos provenientes de listas presentadas por partidos nacionales (más de 60 listas nacionales competirán por este tipo de escaños). El Parlamento jordano ha venido estando tradicionalmente compuesto por hombres de negocios y representantes de grandes familias o tribus que han favorecido el nombramiento de gobiernos “títeres” en los últimos años, ganándose así a pulso el calificativo de “sospechosos habituales” en todo lo referido a la política jordana. Esta última característica, es decir, el no permitir la consolidación de una cultura política con suficiente peso, ha sido motivo frecuente de críticas tanto de la oposición como de observadores extranjeros, junto con la particularidad de que la ley electoral pone más énfasis en “carreras individuo” que en la formación de partidos políticos y el éxito que éstos hayan podido obtener en votos anteriores, con lo que se favorece el mantenimiento artificial de un sistema que en cierto modo legitima la afiliación tribal y el clientelismo.
Problemas de fondo de la realidad política jordana
En particular, lo que más indigna a la rama jordana de la Hermandad Musulmana es el hecho de que a los votos de las zonas rurales se les concede más peso que a los votos de áreas urbanas densamente pobladas, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que los individuos de origen beduino (que comparten los mismos orígenes tribales que la familia real) tienden a vivir en las primeras, mientras que los ciudadanos de origen palestino tienden a vivir en las ciudades. Más de dos tercios entre siete millones de jordanos vive en las ciudades, a las cuales se asigna menos de un tercio de los escaños de la Cámara legislativa. Sin embargo, si que debería mencionarse que los funcionarios no están del todo equivocados cuando citan el ejemplo de Egipto y advierten que reservar más asientos para los partidos favorecería injustamente a la Hermandad, ya que “los partidos más pequeños no han tenido el tiempo suficiente para desarrollarse”.
De hecho, estas elecciones también podrían ser vistas como una oportunidad, ya que podrían ser en efecto un paso clave en el seno de un proceso que conduzca al establecimiento de una monarquía constitucional real. El país avanza hacia el establecimiento de un Gobierno electo por primera vez en su historia. Aunque lo ideal sería que el Gobierno fuera nombrado entre los miembros del partido que haya obtenido el mayor número de escaños en el parlamento, en esta ocasión, y hasta que en Jordania se creen verdaderos partidos políticos nacionales, el próximo Primer Ministro derivará de consultas con los principales bloques en el Parlamento electo. El nuevo Gobierno tendrá que afrontar retos difíciles, sobre todo impulsar el proceso aún más de reforma, luchar contra la crisis económica y encontrar la manera de hacer frente a los problemas que se contagian desde la vecina Siria.
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