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¿Pueden trazarse paralelismos entre el conflicto sirio y la guerra civil española?

A la hora de abordar el debate sobre los pros y contras de una intervención extranjera en Siria, no son pocos los que han encontrado paralelismos entre la situación siria y el dilema al que se enfrentaron varias potencias occidentales ante la Guerra Civil española. George Orwell señaló que “el resultado de la guerra de España se decidió fuera del país y al cabo de un año, cualquier observador realista sabía que el gobierno democrático no podía ganar a menos que hubiera un cambio radical en la situación europea”. El panorama era complicado: por un lado la mayoría de estados se aferraban a la necesidad de apaciguar a la Alemania de Hitler, y por otro tenían sentimientos encontrados hacia las fuerzas comunistas.
¿Será Alepo la nueva Guernica? / Flickr: Hersson Piratoba

El objetivo final era paradójicamente evitar una guerra general en Europa de base, al igual que la guerra española y el conflicto sirio, profundamente ideológica. La postura de la comunidad internacional ante el conflicto fue finalmente la de no intervención, pero este principio se vio descaradamente burlado por la Alemania nazi y la Italia fascista, y más tarde también por la Unión Soviética, ante la actitud impasible de las denominadas “potencias democráticas”. Centenas de voluntarios extranjeros (como aquellos que conformaban la Brigada Abraham Lincoln) lucharon en las filas de ambos lados, inmersos en una lucha ideológica entre los defensores del gobierno democrático de España, con el apoyo de la izquierda revolucionaria, y los tradicionalistas autocráticos del general Francisco Franco, apoyado por Hitler y Mussolini. Alemania e Italia, precisamente, utilizaron el campo de batalla español, y en particular la ciudad vasca de Guernica que tanto inspiró a Picasso (¿quizás el precedente de Alepo?) como un ensayo general para la Segunda Guerra Mundial.
En Siria, lo que comenzó como un levantamiento democrático se ha convertido en una guerra civil que ya dura dos años y que ha dejado tras de si más de 100.000 muertos y cientos de miles de desplazados en el interior del país y en estados vecinos. Uno de los autores en estudiar el paralelismo fue Michael Petrou en la revista Maclean, según el cual: “nos dijeron que se trataba de un conflicto exclusivamente español, una guerra civil, cuyo resultado debía ser decidido por los españoles. No ocurrió así. Las democracias pueden no haber intervenido, pero otras potencias sí lo hicieron“. En referencia a Siria, el académico señala que “la no intervención no es una opción, dado que existe intervención efectiva. Decir que se está contra la intervención en Siria es como estar en medio de una tormenta de nieve y decir que estás en contra de la nieve”.
Barry Rubin, experto estadounidense en Oriente Medio, se ha basado en una argumentación similar: “en muchos aspectos, la guerra civil siria es la Guerra Civil española de nuestro tiempo“. Añade asimismo que lo que hoy equivale a los rebeldes sirios eran también increíblemente heterogéneos, incluyendo también “ fuerzas del mal”, y es por ello que muchos creen que los elementos moderados merecían y merecen apoyo externo. El embargo que hace ochenta años impusieron las potencias democráticas en nada ayudó a la República, al igual que ha ocurrido con el embargo impuesto por las potencias europeas, levantado hace un mes (y a pesar de ello, aún efectivo de facto) a pesar de las frecuentes súplicas de los rebeldes sirios.
Y la intervención, que en un primer momento únicamente tomaba forma de sospecha, hoy en día es una realidad. Por un lado personificada por el régimen iraní y Hezbollah, que contribuyen con grandes cantidades de dinero y armas (y un no despreciable número de combatientes experimentados), tal y como la Alemania nazi lo hizo en ayuda a las fuerzas de Franco. Por otro lado, Qatar, Arabia Saudí, e incluso Turquía, y en la actualidad también Estados Unidos ayudan a los rebeldes, aunque con una asistencia desproporcionada a los Hermanos Musulmanes, al igual que ocurrió con la URSS y los comunistas en España.
Y al igual que lo que muchos temen que ocurra en Siria, lo que comenzó como una lucha en defensa de la democracia, al final de la guerra se convirtió en una lucha por parte de los elementos soviéticos en el lado republicano estaban para al mismo tiempo reprimir a sus aliados antifascistas no comunistas como enfrentarse al ejército fascista del General Franco. Cuando comenzó la guerra, los comunistas eran una fuerza menor dentro de la coalición republicana española. Mientras que las democracias europeas decidieron abandonar a su suerte al gobierno de Manuel Azaña, la Unión Soviética no cesaba de enviar armas y hombres en cada vez mayor proporción. En 1937, el NKVD soviético y sus aliados comunistas españoles construyeron cárceles secretas en Madrid donde asesinaron a centenares de opositores políticos de entre sus supuestos compañeros antifascistas.
Y es lógico que los salafistas estén ganando fuerza: han estado durante dos años recibiendo dinero y apoyo de los estados árabes del Golfo, mientras las facciones más moderadas que luchan contra Assad no han recibido prácticamente nada de Occidente. Bueno si: apoyo moral. Y quizás también ayuda “no letal”, fundamental cuando se trata de inmovilizar un tanque o evitar que un avión cargado de bombas de racimo despegue. En 1930, la no intervención debilitó las manos de los demócratas españoles, y las potencias occidentales están haciendo hoy en día lo mismo con los sirios, por muy desastrosa que sea la evolución de la oposición en el exilio. Muchos aún abogan por que los elementos más moderados de la oposición sean identificados y provistos con las armas que puedan necesitar para sobrevivir y, en última instancia, incluso prevalecer. Los rebeldes sirios no han solicitado la presencia de tropas extranjeras sobre el terreno, y existen otras opciones de gran calado, sobre todo la de la zona de exclusión aérea que tanto ayudó a los rebeldes libios. Una paz negociada no parece inminente, y esta guerra total únicamente terminará cuando uno de los bandos se vea suficientemente fuerte como para proclamar su victoria.
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¿Será Alepo la nueva Guernica? / Flickr: Hersson Piratoba
En España la religión era un factor fundamental. Católicos españoles luchaban, arengados por sus sacerdotes, contra un  gobierno republicano que consideraban el “instrumento del diablo”. Es efectivamente el creciente peso del componente ideológico lo que también permite trazar paralelismos entre ambos conflictos. Fouad Ajami, un académico de origen libanés que apoyó la intervención de Estados Unidos en Iraq, considera que “el odio rancio y la crueldad que enfrentan a los dos bandos en Siria evocan fuertemente ese creciente odio que poco a poco iba infectando a todo el país a partir de 1936“. Un apoyo externo tildado de insuficiente ha contribuido enormemente a que los rebeldes sirios se identifiquen cada vez más con el Islam, invocando a Alá con mayor frecuencia que al comienzo de su lucha – lo que es sin duda una señal de lo solos que hoy en día se sienten frente a una comunidad internacional que en 1945 prometió luchar para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”.
Juan Goytisolo no duda en señalar con el dedo la ceguera moral de poderes no intervencionistas como Francia y Gran Bretaña, cuya política de apaciguamiento en la década de 1930 se mostró tan ineficaz como desastrosa, lo que volverá a ocurrir en un Siria en un futuro no tan lejano. Sean cual sean las circunstancias, apuntaba el escritor catalán de fuertes vínculos con el mundo árabe, “el martirio cotidiano del pueblo sirio no debería permitir que la comunidad internacional permanezca con los brazos cruzados”. Una famosísima frase de George Santayana reza “los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, y Europa parece haber olvidado hasta que punto falló a su vecino del sur, inundado en sangre y en odios cainitas.
También existen estudiosos que, sin embargo, rechazan cualquier tipo de paralelismo entre ambos conflictos. Este es el caso de Daniel Larison, según el cual “incluso si aceptamos la comparación para apoyar el argumento de la intervención, ¿cuál es el interés de Estados Unidos en apoyar a la parte más débil?” El historiador Jeremy Sal, por su parte, cree que el verdadero paralelismo estriba en la determinación de potencias extranjeras de derrocar a regímenes que se interponen en sus intereses estratégicos: por una parte, los nacionalsocialistas alemanes y los fascistas italianos en la década de 1930, y por otra parte las autocracias del Golfo en la actualidad. Algunos consideran que debería tenerse más cuidado al analizar el conflicto sirio, que no puede ser definido como una simple batalla del bien contra el mal: el régimen sirio representa sin duda un mal a erradicar, pero los rebeldes son un grupo heterogéneo que incluye también fuerzas del mal. Las potencias occidentales son además cada vez más conscientes del peligro que representa la posibilidad de que los Hermanos Musulmanes acumulen demasiado poder. Y a la hora de facilitar ayuda a todos aquellos que luchan contra Assad, puede resultar extremadamente difícil diferenciar a los receptores y no ser engañado al respecto.
La guerra siria parece por momentos haberse convertido en un partido de exhibición entre dos rivales ideológicos – islamismo chií y suní – en el que aspiran a imponer una dictadura totalitaria, en la que sus respectivos grupos no podrán coexistir. Un campo de pruebas para los conflictos por venir, tanto en Siria como en la región en su totalidad. No son pocos los que se posicionan en contra de la intervención apoyándose en el grave error que se cometió en Libia, donde ciudades como Sirte fueron pulverizadas por británicos, franceses y estadounidenses, Gadafi fue sacrificado, sus partidarios torturados y marginados, y otro país roto se añadio al mapa de Oriente Medio.
Quizás las palabras de George Orwell pueden servirnos como guía de nuevo: “mucho mejor sería recordar siempre en la verdadera historia de la guerra de España como una perfecta demostración de la estupidez y la mezquindad de la política de potencias. En verdad nada se salva de esta historia salvo el valor de los combatientes de ambos lados y la resistencia de la población civil de la España republicana, que durante años soportó hambre y dificultades desconocidas para nosotros en los peores momentos de esta guerra”.

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