“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina
pareciéndose a ellos”, dijo en su día Jorge Luis Borges. Cuando tu
principal enemigo está en casa y está tan imbricado con tu misma de
razón de ser, no es de extrañar que te sea difícil avanzar y luchar
contra el enemigo exterior. Es éste el caso de la causa palestina, que
no se conforma con chocar una y otra vez contra el muro de la
intolerancia israelí, sino que se ve continuamente erosionada por las
diferencias y luchas cainitas en el seno de la propia élite palestina.
El ejemplo más significativo es la guerra – no por coincidencia
denominada “guerra entre hermanos” – entre Hamas y Fatah, que estalló
cuando los primeros se proclamaron vencedores de las elecciones que la
Franja de Gaza había celebrado en enero de 2006.
No son pocas las ocasiones desde entonces en las que las dos facciones han estado al borde de la reconciliación,
pero son quizás más aquellas en las que se han vuelto a enfrentar,
aunque evitando recurrir a las armas. Y precisamente ha sido un
acontecimiento que en teoría ha devuelto la paz y la tranquilidad a
habitantes de Gaza y Cisjordania lo que ha vuelto a desatar las
tensiones entre los hombres de Mahmoud Abbas y el movimiento islamista
que gobierna la Franja de Gaza: el alto el fuego entre estos últimos e
Israel tras 50 días de bombardeos y más de 2000 muertos. ¿El motivo? La
respuesta de los segundos frente a la agresión israelí.
Mientras Abbas – Presidente de la Autoridad Palestina – culpaba una y
otra vez a Hamas de alargar la guerra innecesariamente, el grupo –
incluido en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos y
la Unión Europea – defendía a capa y espada su intervención, consciente
de su victoria moral (a pesar del número de víctimas y de la gravedad de
la destrucción) tanto entre su propio pueblo como en el seno de la
comunidad internacional. Las diferencias han ido más allá de la simple
retórica, y varios miembros de Hamas fueron arrestados cuando celebraban
el fin de la guerra el 30 de agosto en Ramallah y Tulkarm. No es de
extrañar que la tensión también coincida en el tiempo con el revuelo
que ha surgido entre los 43.000 empleados públicos en Gaza ante la
imposibilidad de recibir salarios atrasados que desde Cisjordania y en
nombre de la Autoridad Palestina se les ha prometido durante meses.
Abbas también ha acusado a Hamas de formar un nuevo gobierno en la
sombra – encargado de las tareas de reconstrucción de la Franja tras la
guerra-, ignorando así el precepto que obligaba al grupo a disolver la
antigua cúpula y mantener en el poder a un gobierno interino compuesto
por subsecretarios que a su vez fuera sustituido por un “Gobierno de
consenso” con autoridad sobre Gaza y Cisjordania. Todo ello en el Marco
del esperadísimo Acuerdo de Reconciliación
al que ambos bandos llegaron el pasado 23 de abril. Un Acuerdo que
despertó la esperanza entre palestinos dentro y fuera del territorio,
conscientes de que la ausencia de una postura unificada no ha hecho sino
dificultar su lucha por el reconocimiento de su estado. Un Acuerdo en
virtud del cual Hamas pasará a formar parte de la Organización para la
Liberación Palestina, que en su día reconoció el derecho del estado de
Israel a siquiera existir, algo a lo que Hamas se sigue oponiendo
frontalmente.
A pesar de las alabanzas a los valientes actos de resistencia en boca
de figuras de uno y otro bando, no son pocos los que han acusado a
Hamas de boicotear el Acuerdo desde el primer momento. Un Acuerdo que en
cierto modo, y enfrentados a una alarmante situación y económica y a
una insatisfacción cada vez mayor en el seno de su circunscripción,
se vieron forzados a negociar a regañadientes. De hecho, los
gobernantes de la Franja tenían la esperanza – no satisfecha – de que un
Acuerdo convencería a Egipto de abrir el paso fronterizo de Rafah. La
realidad es que los términos del Acuerdo resultaron a todas luces más
beneficiosos para Fatah que para ellos. El resultado fue un Gobierno de
unidad compuesto por tecnócratas designados por ambos grupos pero con
nula presencia de figuras de Hamas. Un Gobierno en el que muchos
consideran, no obstante, que Abbas – a cargo de todas las decisiones
relativas a la política exterior y seguridad palestinas – sigue llevando
la voz cantante. El propio Abbas, al igual que el Primer Ministro
Hamdallah, se ha negado para colmo de males a visitar la Franja. Tampoco
ayudan las diferencias internas en el seno de cada facción, que impiden
identificar con precisión quiénes son los interlocutores
correspondientes para poner en marcha las negociaciones de rigor para la
implementación del Acuerdo.
Algunos incluso creen que si la guerra con Israel ha sido tan
beneficiosa para Hamas, es porque el propio grupo ha contribuido en gran
medida a su estallido y escalada para reforzar su posición en la escena
política palestina e internacional y ser quizás capaces de forzar la
mano de Fatah. Una vez alcanzado el alto el fuego con Israel, y a la
espera de las negociaciones de paz que tendrán lugar en el mes de
octubre, Hamas se siente hoy más fuerte que nunca, y gran parte de sus
dirigentes no están dispuestos a seguir cediendo ante Abbas y sus
aliados.
Las elecciones que darían forma a un nuevo gobierno dorado de mayor
legitimidad tendrían de hecho que tener lugar en principio antes del 23
de octubre, pero no pocos dudan de que ello vaya a ser así. No sería la
primera vez que un gobierno palestino se aferra a toda costa al poder
una vez finalizado su mandato legal, algo de lo que tanto Ismail Haniyeh
como Mahmoud Abbas pueden declararse culpables. Las previsiones, en
este sentido, no parecen tan halagüeñas para el segundo: de acuerdo con
una encuesta del Palestinian Center for Policy
and Survey Research, por primera vez en ocho años una mayoría (61%) de
los palestinos elegiría como Presidente a Hanniyeh si las elecciones
tuvieran lugar hoy (en junio, la misma encuesta apuntaba a que Abbas
podría declararse vencedor con un 53%). Aunque, en el supuesto de que
los trabajos de reconstrucción no se reanuden pronto e Israel siga
incumpliendo los términos del alto el fuego referentes a la zona de
exclusión de pesca y al levantamiento circunstancial del bloqueo, todo
apunta a que la luna de miel puede durar bien poco.
Con ocasión de la última cumbre de la Liga Árabe, Abbas aprovechó
para volver a arremeter contra Hamas, y culminó su intervención
afirmando que “si Hamas no es capaz de aceptar un estado palestino con
un gobierno, una ley y una pistola, no será posible ningún acuerdo entre
nosotros”. Esta postura encuentra un claro beneficiario: los
extremistas israelíes, que forzaron a que Israel abandonara las
negociaciones una vez firmado el Acuerdo de reconciliación y son
perfectamente conscientes de que negociar únicamente con Abu Mazen
contribuirá, a pesar de su tan cacareada nueva iniciativa diplomática, a alargar ad infinitum el status quo mientras el bloqueo y los asentamientos hacen cada vez más inviable la existencia de un estado palestino.
Este artículo fue publicado por Miradas de Internacional el 23 de septiembre de 2014.
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